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Club Taurino Italiano

En el centenario de la metamorfosis de la plaza de toros de Sevilla

Álvaro Rodríguez del Moral

El Correo de Andalucia

14 julio 2014

 

Hace ahora un siglo, la corporación nobiliaria tomó una decisión trascendental que transformaría la fisonomía del coso del Baratillo para otorgarle el aspecto global que, en sus claves maestras, ha llegado hasta el siglo XXI. Aníbal González reinterpretó el viejo edificio barroco construyendo los nuevos tendidos en el actual ladrillo visto

La plaza de la Maestranza sólo había logrado el cerramiento completo de su inconfundible arcada en 1880 dejando atrás esa impresionante imagen de los grabados románticos en los que la Catedral se asomaba rotunda sobre el ruedo inmenso. El proceso constructivo había sido largo e intermitente, sometido a los vaivenes históricos y a la pujanza de la propia corporación nobiliaria que ni entonces ni ahora fue ajena a la adecuación a los tiempos que le ha tocado vivir sin renunciar a la esencia de su instituto y a sus propias tradiciones. Y aunque el coso del Baratillo había alcanzado el siglo XX como un edificio unitario y armónico, los incómodos, estrechos y empinados tendidos de piedra decimonónicos no casaban con la transformación que se iba a operar en la ciudad en muy poco tiempo. Algo estaba cambiando…

Aunque la famosa Exposición Iberoamericana acabaría celebrándose en 1929, el chispazo lo había encendido el comandante artillero Luis Rodríguez Caso en 1909, que fue el autor de la idea primigenia. La primera fecha prevista para la inauguración de la muestra fue el 1 de abril de 1911. Pero el estreno se retrasó hasta 1914 antes de demorarse otros tres lustros para el arranque definitivo de una exposición que cambió para siempre la piel de la ciudad. La definitiva transformación de la plaza de la Maestranza hay que entenderla en ese caldo de cultivo. Se cumple un siglo ahora de la decisión trascendental que reinterpretaría el viejo edificio barroco en un recinto regionalista bajo la batuta del arquitecto fundamental Aníbal González y Álvarez-Ossorio, que acomete la reforma de los tendidos de la plaza a la vez que dirige algunos proyectos sin los que no se podría entender la Sevilla moderna.

Barreras y contrabarreras a caballo de los siglos XIX y XX. / beauchy

Barreras y contrabarreras a caballo de los siglos XIX y XX. / beauchy

La reforma de Aníbal González forma parte de un empeño que había iniciado otro arquitecto, José Sáez y López, que fue el encargado de modificar las localidades de barrera tal y como las conocemos actualmente, con tres filas y un pasillo posterior que sirve de acceso al tendido. Para ello, tal y como aporta la catedrática María del Valle Gómez de Terreros, fue necesario achicar el ruedo y derribar las filas de sillones que había colocado Juan Talavera en 1877 en sustitución de los viejos cajones -una especie de pequeños palcos- que se adosaban a la primitiva contrabarrera. Esas obras, que iban a otorgar el aspecto ¿definitivo? a la plaza de la Real Maestranza de Caballería, comenzaron al finalizar la temporada de 1914 y se prolongaron hasta el mes de marzo del año siguiente. Pero los antiguos tendidos de piedra no se derribaron. Se quedaron debajo del actual graderío de ladrillo. Es posible hacerse una idea de su fisonomía en los testigos que se abren junto a algunas de las puertas de acceso al ruedo.

Curiosísima imagen anterior a la reforma de 1877 / purezayemocion.blogspot.com

Curiosísima imagen anterior a la reforma de 1877 / purezayemocion.blogspot.com

El viejo coso del Baratillo se sumaba desde ese momento a la plaza de España, a gran parte de los nuevos edificios de la burguesía sevillana y a la ciudad de la Exposición al compartir su nueva piel de ladrillo visto completada con el gusto por los oficios artísticos.

Pero Gómez de Terreros recuerda un dato fundamental que podría haber significado una reforma mucho más radical del transformación de la plaza: la reforma del coso no sólo perseguía la sustitución de los viejos tendidos de piedra, también incluía “su ampliación con un segundo piso”, una aspiración que permaneció en el seno de la corporación y que se materializó en los planos y maquetas -que están expuestas junto al museo y la pinacoteca de la Maestranza- firmados en la década de los 50 por Delgado Roig y Balbontín, Secundino Suazo y Fernando Barquín y Barón.

Hay que volver a los nuevos tendidos culminados en 1915, con 14 filas en el Sol y 12 en las localidades de Sombra, incluyendo ese pasillo superior y las codiciadas y cómodas localidades de sillón de tendido que rematan las tribunas. Las reformas también abarcaron otros aspectos menores que han llegado hasta nosotros. La Puerta del Príncipe permanecía enmascarada por un tinglado de madera que servía de palco distinguido que fue suprimido y sustituido por los peculiares palquillos -el de ganaderos y el Aero- que se abren a cada uno de los lados de la Puerta del Príncipe. Hubo un tercero -era la localidad habitual de Juan Belmonte- que desapareció en una reforma posterior. El espacio se embelleció colocando la reja de la desaparecida capilla de la Virgen del Rosario -primitiva sede de los caballeros maestrantes- del convento de Regina Angelorum, que se levantaba en la plaza de la Encarnación.

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Imagen de las obras de 1914-1915. La puerta que se ve a la izquierda podría ser la de arrastre y la que queda semicegada es la actual de la enfermería. FOTO: Antonio Pineda

Por cierto, una última ampliación de esos tendidos -sin alterar lo más mínimo sus claves regionalistas- quedó pendiente en el cercano 1989. Se trataba de ampliar la plaza de toros a costa de una nueva reducción del ruedo para crear tres flamantes filas de barrera. El proyecto, firmado por Aurelio Gómez de Terreros, estaba espoleado por la inminencia de otra exposición, la del 92, que multiplicó la programación taurina de la plaza sin alterar demasiado el ritmp de la taquilla. Luego llegaron otras obras, aún muy recientes. Habría que retroceder en el tiempo para recordar el tremendo revuelo mediático que causó el esbozo de un proyecto que aún podría seguir contando en el ánimo de la corporación…

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