CTI

Club Taurino Italiano

Impresiona un Varea muy ambicioso

Barquerito, COLPISA

Castellón, 8 marzo 

Castellón. 1ª de feria. Casi tres cuartos de plaza. 5.000 almas. Primaveral
Brillante y concluyente exhibición del novillero de Almenara. Excelente Vicente Soler con la mano izquierda. Noble y con movilidad una bonita novillada de Fuente Ymbro

Seis novillos de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo), parejos en tipo y hechuras, de nobleza y movilidad generales. Un puyacito por cabeza. El quinto, el de más calidad. El sexto, el más belicoso. Primero y tercero, de muy bondadoso son. 

Francisco José Espada, oreja y oreja. Vicente Soler, dos orejas y silencio tras un aviso. Varea, dos orejas y ovación tras un aviso.
Los tres espadas y el mayoral, a hombros.

LLEVABA años sin celebrarse en Castellón una novillada el día de la fiesta mayor de Magdalena. Por la mañana, la romería hasta la ermita, multitudinaria: pañuelos verdes al cuello, cintas votivas, blusones negros, las roscas de pan y los cayados de caña que son seña de los peregrinos. Y a las cinco de la tarde, seis novillos de Fuente Ymbro –bien comidos, sin la agresividad marca de la ganadería pero con la codicia propia de la marca también- y una terna con mayoría de toreros del país: uno de Burriana, Vicente Soler, y otro de Almenara, que se anuncia Varea, con el apellido a secas. Jonatahan Varea. 

Una expectación más que notable, porque Varea, que no ha cumplido ni un curso en festejos picados, tiene aire y fama de torero mayor. O proyecto y propósito de serlo. Soler ya ha anunciado que ésta será su tercera y última temporada en el escalafón de novilleros. La alternativa en la Magdalena de 2016. O en alguna de las plazas toristas francesas que ha venido frecuentando con éxito. 

Dos toreros distintos. Soler, hecho y definido, toreó bien de verdad con la mano izquierda al quinto novillo de Fuente Ymbro, que embistió con exquisita calidad por esa mano. Varea, de una seguridad, una autoridad y una ambición apabullantes, pisó plaza con aire de torero elegido: sin llegar a redondear con el capote, lanceó por registros del repertorio de Morante –la verónica empapada, encajada y pura, las chicuelinas frontales, los recortes envueltos, las medias belmontinas, el lance genuflexo de brazos largos- y solo con eso se hizo admirar y jalear. 

Más enganchones de la cuenta, tal vez por gastar una capa de más dimensiones que vuelo, llamativamente grande. Pero no contaron tanto las pequeñas faltas como la sensación que en cada reunión fue dejando el torero: los brazos muy sueltos, el compás en el dibujo y el vuelo primeros, el encaje firme, la decisión rotunda. Soler, que es un banderillero seguro, valeroso y fácil, trató el capote con cierta violencia. Al torear al natural al quinto, la muleta fue en sus manos sedoso engaño. Y, además, Soler toreó entonces embraguetado, firme y fino. Y ligó con lo que entre taurinos se llama “verdad”. Sin perder pasos. Soler tuvo el detalle de traerse de largo y dejarse llegar los dos novillos de lote: cumplidor tan solo con el primero de ellos, aunque el premio fuera de dos orejas, y mucho más inspirado y hasta brillante luego, pero no entró la espada ni a la primera ni por donde debía. 

Varea se sintió estimulado constantemente: se celebró casi cada uno de los muletazos de dos faenas larguísimas pero sin pausas. No todos tuvieron la misma categoría. Toreo de mano baja, muleta arrastrada, francamente buenos los finales, un temple natural y caro. Algo despegado el toreo en redondo, lineal cuando se puso Varea con la izquierda, soberbios los remates de pecho a suerte cargada siempre, muy inspirados los remates y soluciones: el doble molinete, por ejemplo. Otra vez la sombra de Morante, pero en cuerpo muy distinto: estilizado, alto, largas piernas Varea. El calibre de muñecas no es el mismo. Pero el ritmo se parece bastante más que las meras formas. 

No hay solo rastros de Morante. También de Ponce, de Manzanares, de El Juli, de Perera. Como si el torero de Almenara estuviera asimilando todo el repertorio reciente. Y cribándolo. Pidieron el rabo para la primera de sus dos faenas, un punto ceremoniosa, y se quedó sin recompensa la del sexto novillo, que tuvo más cuerpo, dominio, peso y pasta que la otra, solo que se pasó de tiempo y metraje, y no entró la espada. La impresión fue soberbia. 

No tanto la causada por Francisco José Espada, que estrenaba en Castellón el título, tan categórico de novillero triunfador de San Isidro solo en 2014. Cierta precipitación, abuso del toreo sin distancia, es decir, encimismo, que ni convino ni sedujo a ninguno de sus dos novillos. La estrategia del arrimón, que, pese a sus méritos, no procedía. Una virtud: el buen manejo de engaños, que en sus manos vuelan limpios. Y gran facilidad con la espada. 

 

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