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Club Taurino Italiano

Mexico: Por fin tuvimos toros y toreros

Séptima corrida de la temporada de la Plaza de toros México

Gastón Ramírez Cuevas

7 diciembre 2014

 

Toros: Seis de Xajay, bien presentados, con pitones, unos manejables y otros no: como debe ser. El sexto mereció el arrastre lento, y el primero y el segundo fueron ovacionados camino al destazadero.

Toreros: Fermín Rivera, mató a su primero con eficacia y entrega: oreja merecidísima. Al cuarto le despachó de entera en muy buen sitio y dos golpes de corta: aviso y salida al tercio.

Mario Aguilar, al segundo del festejo le atizó una entera defectuosilla: oreja de ley. Al quinto le asestó dos pinchazos, un bajonazo y cuatro descabellos: aviso y silencio.

Arturo Saldívar, al tercero le despenó de pinchazo y bajonazo: aviso y silencio. Al que cerró plaza le propinó un espadazo casi entero y tendido: dos orejas que el público protestó.

 

Resulta increíble ver cómo cuando no hay “figuras” españolas o del país en el cartel, los toros adquieren más trapío y una cuarta larga extra de pitones. Hoy nadie se aburrió en la gran plaza, pues hubo emoción y entrega. Los menos de 7,000 aficionados disfrutamos con el desfile de toros y toreros.

Fermín Rivera, un muchacho que lo tiene todo para mandar en el planeta de Tauro, volvió a demostrar que el toreo puro es su fuerte. En el que abrió plaza estuvo variado y serio con el capotillo. Pegó parones elegantes y quitó por mandiles y revolera.

Con la muleta logró extraordinarios y largos muletazos por ambos pitones. Quizá me repita, pero es un gusto ver cómo carga la suerte y se pasa al bicho en la faja, completando todos los pases y dejando siempre el engaño puesto, sin perder pasos, al contrario, saliendo adelante religiosamente.

Hubo ahí dos naturales eternos y varios derechazos de cartel. Por arrimarse se llevó un revolcón que se saldó con un puntazo hondo en la axila derecha. Sin arredrarse, el sobrino de Curro Cumbre remató el trasteo con ajustadísimas manoletinas, para después irse detrás de la espada con una fe envidiable. Fermín cortó otra oreja de peso, su segunda de la temporada, y la gente le vitoreó en serio durante la vuelta al anillo.

El cuarto de Xajay fue duro y peligroso. El torero de San Luis Potosí, quitó por templadas chicuelinas modernas que remató con revolera y gran brionesa. Luego, la cosa se complicó mucho. Para ese morlaco no valían ni el aguante, ni la enjundia ni nada. Rivera estuvo valiente a más no poder y pudo dominar al cornúpeta en tres o cuatro muletazos, pero allí no había más que hacer; los tornillazos y las coladas eran pavorosas, dado que el toro se revolvía con inteligencia y presteza.

Algunos villamelones gritaron ¡Toro! Eso pasa cuando la gente piensa que el toreo verdad lo hacen Perera y el Zotoluco.

Fue una enorme satisfacción ver a Mario Aguilar. Este coleta hidrocálido tiene la onza y hoy la cambió. El segundo de Xajay fue incierto todo el tiempo. No obstante, Mario se lució en las verónicas de recibo y en las chicuelinas modernas. Para templar hay que mandar, y la gente responde cuando el de luces demuestra corazón y arte.

Con la sarga Mario estuvo en plan grande. Ahí queda un derechazo largo, larguísimo, que hizo que la gente se levantara del asiento. También hubo naturales elegantes y pases de pecho ceñidos y necesarios por la longitud de las tandas. El alumno de Tauromagia se lució en un palmo, y hasta nos hizo vitorear una dosantina, cosa ya difícil en estos tiempos de trampas y oropel. La oreja nos vino bien a nosotros  y mejor a él.

Arturo Saldívar no pudo con su primero, un astado complicado que requería una muleta mandona. Pero en el sexto se justificó con creces. Ese último de Xajay tenía todo: trapío, cara, ganas de embestir, clase y nobleza. Saldívar se fajó con el percal y estuvo elegante en los lances y en el quite por chicuelinas. A continuación aguantó al bicho en los medios y le pegó varios cambiados por la espalda, sobresaliendo el segundo.

El trasteo tuvo la firmeza y la elegancia necesarias, aunque Saldívar quizá cortó las tandas antes de tiempo. Los derechazos y las joselillinas fueron de gente grande. Se tiró a matar como los machos y aunque la estocada fue defectuosa, la gente pidió la oreja. El juez festivalero le dio dos trofeos, mismos que todo mundo desaprobó. La labor de Arturo era de una oreja, no más.

Oiga querido lector, si así fueran todas las tardes en La México nadie protestaría ni saldría deprimido del coso más grande del mundo. La fórmula del éxito taurino es muy sencilla, toreros con hambre y personalidad, y toros de lidia dignos de llamarse así.

 

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