Triunfo contundente de Manzanares
Domingo 30 de septiembre del 2018
Tercer festejo de la feria de San Miguel de la Real Maestranza de Sevilla
Gastón Ramírez Cuevas
(fotos Aplausos)
Toros: Seis de Juan Pedro Domecq, bien presentados. La mitad se dejó torear bastante (tercero, quinto y sexto) y la otra mitad (primero, segundo y cuarto) no. El sexto fue ovacionado en el arrastre.
Toreros: Morante de la Puebla, al segundo de la tarde le mató de media trasera: silencio. Al cuarto lo despachó de buena estocada entera: al tercio.
José Mari Manzanares, al tercero le pegó una estocada sensacional y fulminante, y le cortó una oreja con fuerte petición de la segunda. Al quinto lo citó a recibir dos veces pero pinchó, luego le metió un pinchazo hondo y acabó despenándolo al primer intento de descabello: vuelta tras dos avisos.
Alfonso Cadaval, tomó la alternativa. Al primero de la tarde lo pasaportó de casi entera trasera y tendida: al tercio. Al que cerró plaza le atizó un pinchazo y una entera desprendida: vuelta al ruedo por su cuenta.
Entrada: lleno.
Después de la aciaga tarde del día anterior, el aficionado esperaba que para la última corrida del año en Sevilla lo peor hubiera quedado atrás y que las cosas se dieran, si no bien, por lo menos de manera menos infernal. Afortunadamente, Dios aprieta pero no ahoga y tuvimos la oportunidad de ver a Manzanares en todo su esplendor.
Vamos toros a toro.
Alfonso Cadaval se doctoró y anduvo firme y templado pero el morlaco no colaboró gran cosa, pues el de Juan Pedro era demasiado débil.
Vino el primero del lote de Morante, al que bregó rodilla en tierra sensacionalmente. Este bicho tampoco se prestó al lucimiento pues además de débil topaba, iba con la cabeza muy alta y tiraba derrotes ocasionalmente.
Cuando el fatalismo hacía presa en la afición salió el primero de Manzanares, un toro noble, bastante alegre y con suficiente fuerza. Para empezar, José Mari instrumentó un espléndido quite por chicuelinas de mano muy baja. Luego basó su labor muleteril en el temple, esa maravilla que somete al astado y hace rugir al respetable. Manzanares estuvo enorme al natural, toreando en un palmo, completando cada pase y pasándose al toro muy cerca. Las series por ambos pitones, casi sin enmendar, se fueron encadenando, y los remates variados, molinetes, de pecho y cambios de mano, provocaban estallidos de júbilo en los tendidos. El consentido de Sevilla entró a matar en corto y por derecho, cobrando una estocada soberbia. La gente pidió las dos orejas con mucha fuerza, pero el presidente sólo se dignó conceder un trofeo.
El último toro del año para Morante en Sevilla fue otra decepción. La mole de 606 kilos llego al último tercio sin poderse mover. No obstante, con el capotillo, el de La Puebla del Río pudo darle una gran alegría a la afición. Recibió al toro con el percal sobre los hombros en una especie de capotazo del bú, pues no hubo galleo. Morante siguió lanceando a base de grandes verónicas, chicuelinas con mucho sello y remató con el manguerazo de Villalta, una suerte magnífica. Bueno, otra vez será, la Feria del 2019 no está ya tan lejos.
El quinto juampedro también se dejó torear, aunque no tenía tantas cualidades como el primero del lote de Manzanares ya que tenía menos casta buena y era más soso que el tercero de la función. Sin embargo, la faena tuvo momentos formidables con tandas de naturales largos, ceñidos y muy templados. Manzanares quería el doble trofeo y lo intentó todo. Vino una dosantina y luego un molinete de rodillas que el toro no se tragó, volviendo sobre el coleta para pegarle una maroma aparatosa como pocas. Las manoletinas finales pusieron a la gente al rojo vivo. Manzanares intentó matar al toro en la suerte de recibir, pero pinchó hasta en dos ocasiones y todo quedó en una clamorosa vuelta al ruedo.
A Cadaval le correspondió quizá le mejor cornúpeta del encierro. A base de aguante y temple, el chico sevillano logró muy buenas tandas por ambos pitones, aprovechando el recorrido y la nobleza del burel. Alfonso tiene buen gusto, valor y muchas ganas de agradar, desgraciadamente pinchó antes de cobrar una estocada un tanto caída. La gente le sacó al tercio, y él, presa del entusiasmo juvenil, discurrió que merecía la vuelta al ruedo.
Terminó la feria de San Miguel y todo el público le agradece a José Mari Manzanares haber salvado los muebles de manera tan prodigiosa.