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Club Taurino Italiano

Cayetano se muta en Paquirri

 

El torero corta dos orejas y abre la puerta grande en el cierre de feria

JOSÉ LUIS BENLLOCH VALENCIA.

Las Provincias 21/3/2016

(Fotos Aplausos - Las Provincias)

 

Cuarta arriba, cuarta abajo ayer hubo más de lo mismo. Un bajo mínimos torista, no quiera tangarse nadie. Por segundo día consecutivo el toro faltó a la cita. Hubo un punto de disimulo o distracción, en este caso se llama Cayetano que con el toro más entero de la tarde, en realidad el único entero, rindió homenaje a su señor padre y acabó saliendo en hombros por la puerta grande. Fue muy Paquirri, en la puerta de chiqueros, en el arranque genuflexo, en los pases de pecho, en la mirada al tendido, entregado, expresivo, en las estocadas. Todo fruto de ese instinto innato que le sostiene en las tardes de compromiso. A Josemari, victima del déficit torista que todo lo condicionó y del que alguna responsabilidad le llega, no le dio para tanto y aun así hay que apuntarle un manojo de muletazos dormidos y elegantes, igualmente muy ligados a la cuna. Todo eso fue poco, ciertamente, para poder cerrar la feria en el camino triunfal por donde venía encaminada.

Mañana soleada, tarde fresca, viento molesto, plaza llena y el dolor de un manojo de chavales de la taurina Francia, que se dejaron la vida ante el toro negro del asfalto cuando volvían de disfrutar de las fallas. Una oración por ellos. La vida sigue. El toreo sigue. A pesar de las olas políticas que vienen cruzadas. En Valencia reconducidas por una Administración capaz de oír y ver. En ese punto nota alta al operativo policial que ha conseguido mantener a raya a los anti. Ni un salto ni un escándalo ni un fotograma para su tele. Ahora, eso sí, cuánto gritaban esos malditos en la acera de enfrente. Eran de cinco a seis, lo que les duraba el permiso y la garganta, pero la algarabía ¿tendría que haber escrito jauría?... se clavaba en los oídos cual alfileres de intolerancia.

En lo estrictamente taurino todo anduvo condicionado por las escasas fuerzas y el poco fondo de la corrida de Juan Pedro. También, en los primeros turnos sobre todo, por su mínimo trapío. No es nivel para Valencia, porque si además se vienen abajo, da pie a las voces e invitan a una razonable y sana bronca que ablande conciencias. Se vio cuando apareció el anovillado segundo, lavado de cara, breve de casi todo, claudicante. Se armó la mundial. Que el tercero que no era mucho más aguantase en pie y permitiese el triunfo del matador no disimula ni justifica nada, si acaso refuerza la bondad de un público al que conviene no faltarle porque acabará faltando él. Los señalados siguen siendo los mismos, veedores con necesidad de justificarse, apoderados, ganaderos consentidores y empresas pilladas en la pinza de los grandes. Pretenden caminar por el alambre y pasa lo que pasó, que en dos días le han pegado un rebaje a una feria que parecía destinada a hacer historia.

De ayer se puede hablar de la movilidad del tercero, al que dicho sea de paso, no le obligaron más de lo necesario, de la guapeza y ritmo del quinto del que no sabremos nunca si se vino tan abajo porque le faltó fondo o porque una voltereta inoportuna lo dejó baldaíllo. Luego el sexto fue un cabroncete que imponía poco y molestaba mucho, el bello primero se apagó como una lucecita, el segundo despertó el grito de la rebeldía mentado y al cuarto al parecer no le explicó nadie la asignatura de la emoción. Conjunto por tanto muy lejos, lejísimos del modelo de toro que dice buscar su criador, nada que ver con los dos excelentes toros que soltó en Vistalegre, en ese aspecto entiendo que el nuevo Juan Pedro se iría mosqueado de la plaza aunque nunca se sabe.

De azul sorolla y oro viene vestido Cayetano, me anunciaron por la mañana. Se ha ido a vestirse a la Malvarrosa para estar cerca del espíritu de los artistas de la tierra, me remacharon. Camino de la puerta de chiqueros, despacioso, con la firmeza reflejada en la mirada, el terno se mutó en un azul Paquirri y oro inconfundible. Fue un homenaje precioso al de Barbate tantas veces victorioso en esta plaza. A mi amigo Pedro Toledano que entiende el paquirrismo desde el corazón, a buen seguro se le debió encoger el ídem. La larga tuvo ribetes de escalofrío para paquirristas y no paquirristas, el juampedro que salió como una exhalación a punto estuvo de llevárselo por delante. Luego vinieron unas ajustadas chicuelinas, un farol de pie, un galleo por rogerinas, una bonita media para poner el toro en suerte y la mutación definitiva del azul Sorolla en azul Paquirri cuando echó las rodillas al suelo, allí junto a la puerta grande, cual si fuese una premonición. La plaza se puso a hervir, los gritos de ¡guapo, guapo! sucumbieron claramente el resonar de los oles. Era lo justo. Todo seguido toreo con pausa y derecho, menos Paquirri dicho ahora con sentido elogioso, quizás más tío Curro, la mano que mece la cuna y de nuevo vuelta a las andadas, un molinete de rodillas de verdad, nada que ver con esa moda de tirarse al suelo como si se tirasen a una piscina. Venga usted, aquí estoy, pase usted, como debe ser. La decisión con la que cobró la estocada también la hubiese firmado su padre, igual que la que cerró feria.

A ese toro tercero, chico pero entero, le cortó dos orejas de ley. En el sexto, el que imponía poco y molestaba mucho, se le vieron las carencias técnicas.

Manzanares pechó con el toro de la bronca y se empeñó en torearle. Mejor hubiese sido que los suyos se hubiesen empeñado en no traerle. Ver empeñado a un torero de su categoría en esos menesteres no me gusta. Tres o cuatro naturales buenos no justifican aquel tiempo ni aquella laboriosidad, ni muchos menos que un artista se ponga trabajador. Es como si su amigo Quique Dacosta se empeñase en servir una pringá de garbanzos. No es lo suyo. Así que disgustó a muchos. A su segundo, el toro melocotón que seguramente se menguó en la voltereta, lo toreó con cadencia y compás a la verónica, en el otro homenaje familiar de la tarde y la faena en lo que duró el toro tuvo primor, prestancia y la puesta en escena que le distingue y tanto se le reconoce. Hubo pases de cámara lenta, muy lenta, uno de los de pecho duró una vuelta al mundo y la obra supo a inacabada ante la rendición del juampedro.

Fandi fue Fandi. Vistoso de capa, espectacular en banderillas, fiel a su clientela, tan capaz de endilgarle tres naturales preciosos a un toro como ponerse estajanovista y torear y torear sin cesar, con mucho oficio y poco calado. Los toros, ciertamente, no pusieron de su parte. Escuchando las ovaciones finales hay que reconocer que el gran público se lo pasó bien, el otro menos bien. Nada nuevo bajo el sol taurino. Pero no aprovechen. No lo jodan. Perdón.

 

Cayetano se muta en Paquirri

 

 

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