Victorino: emociones fuertes en San Isidro
Andrés Amorós
ABC (Madrid)
07/06/2014
Grave cornada al banderillero Manolo Rubio con el toro ya herido de muerte
Acudimos con ilusión a ver los toros de Victorino Martín. No acierta todas las tardes, por supuesto, pero ha elegido el camino correcto: el del toro encastado, bravo, con poder... Por eso se ha convertido en un símbolo y se le amontonan los homenajes. Esta corrida resulta muy dura, difícil, con casta y con peligro. Ni un momento de aburrimiento tenemos, desde luego. El público toma claramente partido por los toros; es lógico pero no es justo con los diestros. Uceda Leal mata la corrida, sin más. Antonio Ferrera lidia con profesionalidad, arriesga mucho y recibe injustos pitos. Alberto Aguilar se la juega en una pelea emocionante, recibe un puntazo en el gemelo. El banderillero Manolo Rubio sufre un grave percance al apuntillar al quinto.
El primer toro es el menos difícil de la tarde; aún así, es incierto, pega arreones, es pegajosito. Uceda Leal está correcto, pulcro, con buen estilo pero a medio gas. Mata bien a la segunda. El cuarto embiste con la cara a media altura, corta en banderillas, es andarín y sosito. El diestro tampoco aporta la sal necesaria y el público se desentiende. Vuelve a matar bien, con su gran facilidad, pero a la segunda.
Antonio Ferrera inició, probablemente, su actual etapa al matar con éxito seis victorinos en su tierra natal. Los de esta tarde no le permiten brillar, a pesar de su esfuerzo. No valora con justicia el público su actitud ni su profesionalidad. El segundo se llama «Escritor» pero echa muchos borrones: es alto, rebrincado, se mueve mucho. Lo coloca bien Ferrera y vivimos un tercio de varas emocionante. También lo son las banderillas, que pone el diestro, con mucho riesgo; el segundo par, andándole al toro hasta muy cerca, impresiona. Se dobla bien pero el toro se cierne, rebrincado, busca por los dos lados. Con buen oficio, acaba sacándole más de lo que parecía posible. Concluye tirando la espada: naturales con la derecha, sin ayuda. Mata a la segunda. Faena muy meritoria, insuficientemente agradecida.
El quinto es una clásica alimaña: cabecea, se defiende. Recurre el diestro extremeño a una lidia sobre los pies, como de hace un siglo: es lo adecuado, para este toro, pero el público no lo aprecia. La res se pone difícil, a la hora de matar; en un arreón, todavía hiere al banderillero Manolo Rubio, cuando lo va a apuntillar. Los pitos a Ferrera me parecen injustos.
Valentísimo se muestra Alberto Aguilar en el tercero, que barbea tablas, da un brinco espectacular (¡vaya foto!), vuelve rápido. Los derechazos iniciales tienen emoción pero el toro va a peor, no para. Un vecino comenta: «¡Es la guerra!» Se libra por pelos de varios percances pero sufre un puntazo. No mata bien. El último echa las manos por delante, no se entrega: es otra alimaña, con menos fuerzas que el quinto. Alberto se dobla, está digno pero falla al matar.
Siempre he defendido el toro encastado, no me gusta el borrego que tantas tardes sufrimos, pero, si sale una corrida tan dura como la de esta tarde, hay que valorar sus dificultades y, en función de ella, juzgar a los diestros. En mi opinión, Ferrera y Aguilar no han recibido el reconocimiento que merecían. La casta de los victorinos ha determinado una tarde al rojo vivo, de gran emoción pero muchas dificultades