Sabio Juan Bautista, tres toros notables de Montealto
Barquerito - COLIPSA
Madrid, 8 mayo 2016
El torero de Arles, exquisito lidiador, templado muletero y soberbio en una estocada recibiendo al toro, corta la primera oreja de San Isidro.
Madrid. 3ª de San Isidro. 15.000 almas. Nublado, fresco. Piso muy pesado. Dos horas y media de función. Hubo que acondicionar el ruedo –retirar fangos y enarenarlo-y la corrida empezó con media hora de retraso de función.
Seis toros de Montealto (Agustín Montes)
Juan Bautista, una oreja y silencio. Morenito de Aranda, saludos tras dos avisos y saludos. José Manuel Mas, silencio y división tras dos avisos.
Dos puyazos soberbios al cuarto de Paco María, que fue muy ovacionado. Brega valerosa y capaz de Rafael Viotti. Buenos pares de Roberto Jarocho y Pascual Mellinas
LA CORRIDA DE MONTEALTO dio más de 590 kilos de promedio, Pasaron la frontera de los 600 los tres últimos. Cuarto y quinto fueron ovacionados de salida. No tanto por las hechuras como por el tamaño, dimensiones desproporcionadas, cuajo brutal. Los dos toros de más bello remate, primero y tercero, fueron los más ligeros, bajos de agujas, cortos de manos. Precioso el galope del tercero; de buen compás el tranco casi pastueño del primero. Fueron los dos mejores de la corrida. Solo que el tercero, tronchado tras tres encuentros con el caballo –muy severa la primera vara-, acusó el castigo, que fue un exceso. Un contraste: el segundo, hermoso mozo, altísimo, se blandeó y se fue medio crudo de varas, y eso se tradujo en una movilidad desordenada que no tuvo ninguno de los otros. Viveza, pero tanto para soltarse como para acometer porque el toro metió siempre la cara.
Mucho mejor la primera parte de corrida que la segunda: el cuarto, escarbador, un punto incierto, soltó tralla, se quedó debajo; el quinto, blando en varas y suelto, rebrincado, humilló pero en viajes muy cortos antes de apagarse; el sexto, destartalado, muy armado, de emplearse sin descolgar, se puso por delante a última hora. Y tan por delante que no dejó a José Manuel Mas pasar con la espada, lo esperó y ni siquiera descubrió a la hora de descabellar. Sonaron los tres avisos. Trataron de apuntillarlo desde un burladero, donde el toro quiso refugiarse. Intento en vano. Eran las diez de la noche. El insigne Florito hizo una obra maestra: envolverlo con sus bueyes y conducirlo mimosamente a corrales. Parecía misión imposible, pero no. Impagable Florito.
Estuvo en son académico, templado y sabio Juan Bautista con el toro que partió plaza, el de mejor aire de todos. Una lidia sobria, perfecta; tres lances de dibujo de llamativa suavidad, media, revolera y una segunda media soberbia; un quite facilito por chicuelinas, dos, y una larga de remate excelente; y una faena de alta escuela, resuelta desde la primera reunión, de inteligente estrategia para medir las distancias –las que el toro quiso, ni largas no cortas- y las tandas, de tres o cuatro y el de remate. La misma suavidad en el trato del toro que se había dejado ver en los lances de brega o dibujo. Alguna variación graciosa: el pase de las flores para abrir la que fue quinta tanda de una faena de exquisita precisión, fresca y fluida, ni larga ni corta, de distinguida autoridad: ni una voz ni un pisotón, ni un muletazo enganchado. Ligazón, más logrados los pases de pecho que las trincheras, un par de gentiles cambios de mano, toreo de frente con la zurda, que no fue la mejor de las manos del toro. Suficiente repertorio sin empalago. Y la guinda: una extraordinaria estocada recibiendo al toro, que fue la suerte sorpresa, solo que perdiendo el engaño Juan Bautista en la reunión. Estocada de muerte lenta, pero regalada por una cerrada larguísima ovación.
Casi a porta gayola Morenito en el recibo del segundo y la larga cambiada de rodillas propia del trance. Ya empezó a abrirse el toro entonces. No paró de hacerlo. Muchos capotazos de brega tratando de fijarlo, lances de Morenito bien encajados, más fáciles que sencillos. Y una faena que vino a perfilarse en dos puntos clave. La pinturería, que supuso renunciar a sujetar en serio al toro, y la épica, que sobrevino casi de golpe, pues Morenito pareció perder pie en un descuido, el toro arreó a querencia, lo arrolló y lo prendió por la taleguilla en cogida no seca sino larga. Seda y bordados de la tira de oro, pernera diestra, desgarrados como a navajazos, pero hubo milagro. Solo varetazos y golpes, no cornada. Una reacción de gran entereza del torero burgalés, pero el toro a su aire a partir de la paliza. Una estocada delantera y defectuosa, y otra. Cuando doblaba el toro, sonó el segundo aviso.
José Manuel Mas, que fue novillero puntero del escalafón hace seis y siete temporadas, llevaba tiempo sin torear. Se atora tanto el que torea a diario como el que lo hace una vez al año o ninguna, y eso pasó. Pasó que no acabó de verlo claro con el noble tercero de corrida –uno de los dos de visible procedencia Algarra, la primitiva de Montealto- y que abusó de torear en línea o por fuera. Faena, por tanto, muy fría. Una buena estocada.
Casi nada de relieve en la segunda mitad: el esfuerzo tenaz del propio Mas con el inmenso sexto, sin recompensa; el alivio de Juan Bautista con el cuarto en cuanto se lo encontró por dos veces seguidas justo debajo y acostándosele; y una visión más técnica que pinturera de Morenito con el quinto. Mérito de matadores y cuadrillas fue torear en piso pesado y por eso peligroso.
PS: Postada para los intimos