Tarde casi redonda de Paco Ureña
Jose Antonio del Moral
16 marzo 2017
Anduvo a la altura del noble segundo toro de Jandilla y muy por encima del peor quinto de Vistahermosa. Si digo casi es por haber tenido que descabellar dos veces tras la estocada que propinó al de Jandilla. No cortó la oreja que demandó el público porque se negó a concederla el presidente. Pero dio una vuelta al ruedo con tanto calor como si llevara el despojo en la mano. Cortó la del quinto tras una labor de creciente mérito hasta cuajar muy buenos muletazos a un animal que en principio pareció no ofrecer posibilidad alguna de lucimiento. Nadie daba un duro por la faena cuando la inició el murciano. Este toro se picó por su cuenta en un par de huidas, produciendo cierto desconcierto en la lidia. Claudicó en banderillas y llegó a la muleta quedándose corto. Pero el temple de Ureña y su acertado manejo del engaño, convirtió lo imposible en más que posible, primero con la mano derecha y posteriormente también al natural. El estoconazo llegó hasta las cintas y por fin fue premiada la que había sido la faena más meritoria de la tarde.
El empeño, el valor y la inteligencia de Ureña fueron palpables y muy tenidos en cuenta por el público. El murciano no había quedado satisfecho por la negativa presidencial en darle el trofeo que creyó había ganado con creces en su toro anterior. Un animal muy bravo que sin dejar de serlo quedó mermado en su ímpetu inicial por un largo encelamiento contra el peto del caballo tras derribar en el primer encuentro y lo mismo aunque con más brevedad en el segundo. Ureña había comenzado la lidia con un excelente saludo por verónicas. En la faena abundaron los muletazos sobre ambas manos. La proverbial pureza y la templanza del toreo de Ureña quedaron patentes. No es un torero de los que alardean gestualmente. Su natural elegancia no necesita de alharacas. Con el bueno y con el malo, Ureña se adueñó de la tarde en el corpus central del festejo, dando la medida de su capacidad y de su arte, que sobresalió en ambas cuestiones con evidente nitidez. No es torero de altibajos. Mantiene un alto tono y lo demuestra cada tarde. El de ayer fue un gran comienzo de temporada en España. Mereció salir a hombros. Enhorabuena.
De la muy bien presentada corrida, brava en distintos grados de manejabilidad, no se llevó lo mejor David Mora. El castaño que abrió plaza se acostó mucho en el saludo capotero de David que, por ello, no llegó a estar a gusto en sus verónicas. También se acostó el toro en el muy comprometido quite de Ureña que provocó otro de réplica de Mora por chicuelinas. Tras dos excelentes pares de banderillas del peón Ángel Otero, David Mora se dispuso a torear con la muleta sin estar completamente seguro de las reacciones del animal y, por lo tanto, sin la determinación necesaria para afrontar los problemas que planteó este animal, que empezó remiso y acabó mirón por el lado derecho. Tampoco se fio Mora en la suerte de matar, lograda de pinchazo hondo, otro pinchazo y estocada tendida desprendida. Los que ocuparon la plaza en una muy repartida mitad del aforo, silenciaron su labor.
El cuarto, suelto de salida y echando las manos por delante, evidenció pronto su escasez de fuerza. No obstante, David Mora logró recetar buenos lances en su quite, como también Ureña en el suyo por delantales. El ambiente se enrareció en el tercio de banderillas por lo difícil que se puso el animal. Sucesivos fallos de los peones al clavar sumaron cinco intentos, tres fallidos y los dos últimos certeros. La blandura del toro y el deslucido tercio depararon las protestas del público en su baldío intento de que el presidente accediera en devolverlo a los corrales. Mora no pasó de mostrar buenas aunque frustradas intenciones en la faena. Casi resultó cogido al caerse cuando finalizaba su labor con la derecha. El trasteo duró demasiado y hasta sonó un aviso mientras Mora repitió agresiones con la espada. Pinchazo hondo saliendo perseguido, otro pinchazo y estocada atravesada. Se dividieron levemente las opiniones del respetable.
Javier Jiménez es un calco menor de Espartaco. Incluso se parece físicamente al gran torero cuando era joven. El imponente castaño que afrontó Javier en tercer lugar, perdió las manos tras los delantales que dio en un segundo intento de lucirse en el saludo con el capote. Fue muy cuidado en varas para que llegara a la muleta con fuerza suficiente. No sirvió de mucho porque el animal volvió a flaquear en la primera parte de la faena aunque al final de la misma, Javier logró que el toro admitiese más enterizo unos cuantos redondos que medio arreglaron el trasteo finalizado con las inevitable manoletinas. Mató de media trasera atravesada y descabello escuchando palmas al saludar por su cuenta.
En su intento de desquitarse del fiasco, Javier se decidió a recibir al sexto con una larga a porta gayola, apelativo últimamente inadecuado porque los toreros actuales que lo practican se arrodillan muy distanciados de la puerta de chiqueros. Mal hecho. Saliendo al ruedo desde tan lejos, los toros apenas ven al torero y en vez de obedecer al vuelo de capote, arrollan. Así ocurrió con Javier. El toro salió como un disparo y arrolló al sevillano propinándole un golpe en la cabeza. Menos mal que fue con el morro. Tan dramático trance al menos sirvió para que el público se volcara con el torero sin entrar en ningún distingo. También la faena arrancó de rodillas con dos altos con la derecha y otro dos ya en pie con el de pecho. Al insistir sobre ese pitón y retirar la muleta antes de la cuenta en el cite, la ventana quedó abierta, el toro le vio y volvió a ser cogido Javier, con lo que aumentó el favor del público hiciera lo que hiciese mientras duró el desigual trasteo, tan pronto templado como sucio. Un pinchazo previo a la estocada caída, enfrió el ambiente tan favorable y Javier tuvo que contentarse con la ovación del público que ya abandonaba de prisa los tendidos.