Los Cuadris, con màs fachada que casta, fuerzan otra espesa tarde "torista"
Paco Aguado
Madrid, 2 junio EFE
Una voluminosa pero muy descastada corrida de la ganadería onubense de Celestino Cuadri forzó hoy el espeso desarrollo de otra de las tardes de tinte "torista" de la feria de San Isidro, de Madrid.
Luis Miguel Encabo: estocada (silencio); estocada atravesada que asoma y seis descabellos (algunos pitos tras aviso).Seis toros de Celestino Cuadri, sin gran aparato de pitones, pero de mucho volumen, por largos y hondos, y con una media de 585 kilos de peso, según la tablilla. En conjunto, apenas dieron juego por su escasez de raza y, en algunos casos, de fuerzas.
Fernando Robleño: estocada desprendida (ovación tras aviso); pinchazo y estocada caída (silencio); pinchazo, estocada corta y dos descabellos (silencio).
Alberto Aguilar: tres pinchazos (silencio); pinchazo y estocada corta (silencio).
La plaza se cubrió en más de los tres cuartos de su aforo en el vigésimo quinto festejo del abono de San Isidro.
MUCHO POR FUERA, POCO POR DENTRO
Con un exagerado volumen, largos como trenes, cuajados como pelotas y hondos como armarios roperos, los toros de Cuadri impusieron sólo cuando aparecieron en el ruedo de Las Ventas nada más salir de los chiqueros.
Porque, apenas dejaban su brío en unas cuantas embestidas a los capotes y recibían, sin clase ni empuje real, una vara de los picadores, se desfondaban o se defendían con temperamento.
Sin celo o aplomados, o moviéndose a la defensiva, tirando tornillazos a los engaños, los "cuadris" fueron como grandes contenedores pero totalmente vacíos de contenido.
Ante tal material, la terna de toreros madrileños hizo lo posible por sacar un mínimo lucimiento en faenas a todas luces improductivas, a la vez que encontraron poca receptividad en el tendido, algo por otra parte ya muy habitual en estas tardes de ganaderías "toristas" de Las Ventas.
Luis Miguel Encabo banderilleó sin brillo al primero que, como el resto de la corrida, esperó y cortó en el segundo tercio, como es norma en esta ganadería. Ya ante la muleta, se vino abajo pronto el toro de Cuadri, absolutamente desfondado, y el torero de Alcalá de Henares lo lidió y lo mató con pulcritud.
Ante el cuarto, de más de 600 kilos, Encabo aplicó una buena estrategia de tiempos y espacios, alejando al toro de su querencia de tablas para intentar sacar partido de lo que sólo fueron oleadas destempladas y topetazos a su muleta.
Los momentos más interesantes de la corrida, por no decir los únicos, los consiguió Fernando Robleño con el segundo, al que con paciencia y temple le sacó incluso naturales de buen trazo en una faena solvente a un animal que no repitió las embestidas pero agradeció con algo más de duración el buen y solvente trato del madrileño.
El quinto, que acusó las pocas fuerzas de sus cuartos traseros, se defendió con violencia ante el imposible esfuerzo de Robleño por intentar atemperarlo.
A Alberto Aguilar le cupo en suerte el toro más suelto de carnes de la corrida, el tercero, que se movió sin clase al inicio de faena de muleta pero pronto comenzó a quedarse corto hasta pararse por completo.
No logró resolver Aguilar ni con ese ni con el sexto, un animal mansón e insulso con el que, a esas alturas de una tarde tan espesa, se le notó tan desilusionado como a algunos de los muchos partidarios que la ganadería onubense tiene en le "cátedra".