Oreja generosa para Jesús E. Colombo en el cierre de la Feria de Fallas
Vicente Sobrino
El Pais
Valencia 19 marzo 2018
Plaza de Valencia, 19 de marzo. 10ª y última de Fallas. Media entrada. Colombo sustituyó al convaleciente Román. En los prolegómenos se le entregó una plaza conmemorativa al torero valenciano Ricardo de Fabra, con motivo del L Aniversario de su alternativa. Llovió durante todo el festejo.
Toros de Victoriano del Río, de escaso trapío los tres primeros y más aparentes los demás. Nobles y con las fuerzas justas. Al cuarto, por sorpresa, se le dio la vuelta al ruedo.
Antonio Ferrera: estocada delantera (silencio); _aviso_ pinchazo, estocada _2º aviso_ y cinco descabellos (vuelta al ruedo).
Ginés Marín: dos pinchazos, tres descabellos _aviso_ y otro más (saludos); pinchazo hondo y descabello (saludos).
Jesús Enrique Colombo: estocada pasada perdiendo la muleta (oreja); estocada _aviso_ (vuelta al ruedo).
Al cuarto toro de la tarde le dieron la vuelta al ruedo en el arrastre y todavía hay quien se pregunta por los méritos contraídos por el astado. Hasta cuatro veces lo llevaron al caballo, pero no por una incontestable bravura, sino porque las veces que fue lo hizo mal colocado o al relance, es decir, de cualquier manera. Un toro fácil. Dulce golosina, que fue y vino por donde su matador Ferrera le indicaba. De embestida con la cara alta, para quedarse muy corto al final de una faena de Ferrera larga, de caprichosa lírica, pero de escasa consistencia. La naturalidad de Ferrera ante toro tan bobalicón y la música, que se arrancó por el “Concha flamenca” con el beneplácito de un público resguardado en sus paraguas, hizo el resto. O, quizás, más que el resto. Tuvo detalles esa faena, pero más superficial que profunda. Hacia el final de tan largo trabajo, el toro ya solo admitía medios pases. Se le fue la noción del tiempo a Ferrera, que escuchó dos avisos y se salvó de un tercero por escasos segundos. Se ordenó la vuelta al ruedo en el arrastre al toro, pero tan sorpresiva fue la decisión que los mulilleros no hicieron caso y se llevaron al toro al desolladero. Tuvieron que volver a sacar al toro para rendirle honores póstumos.
Con el primero de la tarde apenas hubo caso. De fuerzas muy justas, sirvió para que Ferrera anduviera fácil y ortodoxo. Sacó cierto ímpetu el toro por el pitón derecho, mientras que por el otro dio a entender que no quería confianzas. No se complicó Ferrera que, breve, optó por un muleteo de compromiso y sobrio.
Lo mejor de Ginés Marín fueron las verónicas de recibo al segundo de la tarde: ganando terreno y llevando muy toreado el toro en los vuelos del capote. Se llevó un susto cuando quiso replicar un quite de Colombo y sufrió una voltereta sin consecuencias. Herido en el orgullo íntimo, Marín aún hizo otro quite, por chicuelinas, muy bien acogido por la gente. La faena tuvo frescura pero faltó reposo. Mayor templanza en el toreo al natural ante un toro que acudió a la muleta sin aire distinguido, sin clase. Labor larga, en general con ciertas prisas.
Con la lluvia en plena descarga, lidió Marín al quinto. Sin humillar este quinto, en medio de un barrizal, Marín le cogió el aire a un toro que no rifó su embestida. El mérito de la faena fue aguantar condiciones tan adversas y no cejar en el empeño de pasarse a un toro sin entrega. Entre la lluvia y el escaso juego del toro, luchó Marín con voluntad.
Colombo cortó una oreja al tercero, último trofeo de la feria y que tuvo impronta de liquidación por cierre. Este tercero, el de menos presencia de la tarde, fue, sin embargo, un toro muy potable para la muleta. Un eléctrico tercio de banderillas, con voltereta incluida en el tercer par interpretado al violín, dio paso a un emocionante cambiado por la espalda para abrir faena. La voluntad, con bulla incluida, fue la nota de una faena más de querer que de poder. No pareció en este toro estar Colombo para compromisos de envergadura; faltó colocación unas veces y luces en otras. Mató con brevedad y la gente le pidió la oreja. Generosidad se llama eso.
El sexto lo lidió Colombo con el ruedo hecho un verdadero barrizal. Manseó este último toro de las Fallas, que buscó incesante las tablas, y Colombo, meritorio por las condiciones de la arena, derrochó otra vez voluntad. Bullidor, con mucha actitud, pero una faena que se deslizó con poco sentido.