Siete veces verónica, dijo Morante
Javier Hernandez
17 septiembre 2014
Siete lances. Siete veces verónica, como la leyenda, lances de espejo y de alma rota, de acunar al aire con los brazos y mecer una embestida de salida como la de un toro ya picado. Siete lances de dar el corazón, de irse tras el toro, de soltar muñecas Siete veces verónica y una media. Siete pasos al frente para ganar terreno, siete esculturas efímeras que ahí quedan para siempre. Siete veces verónica, dijo Morante.
Siete acontecimientos sin anunciar antes de la descarga de lluvia que sí venía pregonada. Siete veces verónica, de Morante de la Puebla. El mentón, al pecho. Las muñecas, sueltas. Y el resto del cuerpo, a torear en vivo y en directo como los demás los hacen en sueños, de coronilla y a talón. Todo torea en Morante cuando Morante se pone a torear. ¡Qué bonito lo hace Morante! Bonito es lo del otro, dijo uno. Esto es bonito y, además, es bueno.
Bonito es el pasear de Manzanares, ceremonioso, bajo la lluvia con el desigual tercero y bajo el sol con el noble sexto. Bonito es cómo se coloca José Mari y cómo se eleva mientras conduce la embestida alrededor y lejos del cuerpo. Bonito el cambio de mano que tiene tan hecho, tan largo, tan bien trazado tan rítmico. Bonito es ver a Morante descalzo y que deje de llover. Y además de bonito es bueno por auténtico el abandono de su cuerpo para enterrarse en un natural que todavía dura. Uno, sí, y degustado con la tiritona que deja el correr de las primeras aguas de la otoñada por nucas y escotes. Lo mismo le daba a la gente que el castaño quinto pareciese un muerto en vida porque, ante él, Morante se mostraba como un maestro en trance de dictar lección. Morante, descalzo, parecía echar raíces al presentar la muleta, al sacarla de atrás, al mostrarla a dos metros del toro con el pecho otorgado y ofrecer la tela entera. Eso es el toreo bueno, además de bonito. Morante pedía resuello para un toro que tenía más voluntad de embestir que cuerpo para poder hacerlo, con ello soñaba Morante, de ahí que buscara desgranar esas perlas que encontraba cuando el cuerpo de escombro del Vellosino dejaba embestir al toro como quería. Qué bonito y qué bueno lo de Morante.
Qué bonito lo de Manzanares. Y qué pitado, también. Se esforzó José Mari bajo la lluvia recia y con el sexto, el que mejor salud mostró para poder embestir semialegre y noble, toreaba José Mari tan bonito como siempre pero ni tan bueno ni tan auténtico como ya lo había hecho quien dijo verónica siete veces.
Y en estas, quien cortó una oreja, la única oreja de la tarde, don Pablo Hermoso de Mendoza y su toreo a dos pistas, su Disparate alternado grupas, su Chenel en fase de despedida, su alegría en las piruetas de Viriato y su matar de frente y lento con Pirata.
Qué bonito y hasta emocionante lo hizo Pablo Hermoso. Qué bonito y qué pitado el liviano torear de Manzanares. Pero qué diferencia hay cuando además de bonito surge lo bueno.
Siete veces verónica, dijo Morante. Y mil perlas más que bien valieron el chapuzón.
FICHA
Plaza de toros de Salamanca. Corrida mixta. Quinta de abono. Toros de Carmen Lorenzo (1º y 4º para rejones) y Vellosino, para la lidia a pie. A menos los de rejones y fundidos los de a pie, aunque enseñaron nobleza y buen estilo. El sexto tuvo más vida.
Pablo Hermoso de Mendoza: palmas y oreja.
Morante de la Puebla (mandarina y oro): silencio y gran ovación tras dos avisos.
José María Manzanares (nazareno y oro): palmas y leve división de despedida.
Más de tres cuartos de entrada, en tarde entoldada, fresca, ventosa, que descargó lluvia fuerte durante gran parte del festejo y que terminó soleada