CTI

Club Taurino Italiano

Una oreja, una cornada y dos vueltas

 

ÁLVARO R. DEL MORAL

8 abril 2018

 

El inoportuno percance de Román, que debutaba como matador en Sevilla, ensombreció una corrida en la que brilló el toreo al natural de Pepe Moral e impactó el desmayo de Curro Díaz 

 

Plaza de la Real Maestranza

Ganado: Se lidiaron seis toros de Las Ramblas, desigualmente presentados. Hubo tres que sirvieron en la muleta: el noble y rajado primero; el enclasado cuarto y el más que potable quinto. El segundo resultó bruto y peligroso. Humilló el manso tercero aunque se desinfló demasiado pronto. El sexto, enterado y al paso, resultó intoreable.

Matadores: Curro Díaz, de azul rey y oro, vuelta al ruedo, silencio en el que mató por Román y vuelta al ruedo tras petición.

Pepe Moral, de tabaco y oro, silencio, oreja y silencio.

Román, de plomo y oro, resultó herido durante la faena de su primero.

Incidencias: La plaza registró algo menos de media entrada en tarde plomiza y progresivamente glacial. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Ángel Peralta, fallecido este sábado.

 

 

El recuerdo del centauro de La Puebla marcó el comienzo del festejo. El minuto de silencio, orlado de un cielo plomizo y marcero, era obligado. Y es que a don Ángel Peralta, no podía ser menos, le dieron tierra en una tarde de toros entre las espigas de su querida La Puebla del Río. Pero la vida sigue y la función debe continuar. La de ayer ejercía de interesante nexo entre el lujo de la Resurrección y los entremeses del ciclo continuado que nos conducirán al madrugador encendido de los farolillos.

La corrida, definitivamente, se puede describir en los tres actos que describe el titular: la cornada inoportuna y reincidente que reventó la pierna de Román; la oreja que premió el grandioso toreo al natural de Pepe Moral y las vueltas –de distinto peso–que se recetó Curro Díaz después de esbozar algunas joyas sin terminar de concretarlas del todo.

Y comenzamos con el herido, que ha vuelto a aterrizar en un quirófano después de hacerlo en Valencia. Se había encontrado con un tercero ofensivo y cornalón que huía de todo y de todos aunque enseñó pronto una virtud esencial: humillaba. El diestro levantino lo supo ver en un estupendo inicio de faena en el que acertó a torear por completo al toro en unos muletazos templados y empacados que desentumecieron al personal. Después de un enorme pase de pecho se marchó sin demasiados preámbulos a los medios con la mano izquierda. El toro había perdido todo el gas y en medio de esa porfía le echó mano. Cuando se lo llevaban para dentro sangraba profusamente. Pronto se supo que le había pegado fuerte. Bien que lo sentimos.

La cornada dejó el festejo en un improvisado mano a mano. Corrido el turno, Pepe Moral se preparó para lidiar el cuarto. Antes había tenido que pechar con un segundo protestón y brusco con el que esbozó un arrimón de escaso rendimiento. Pero la calidad del diestro palaciego se reveló, definitivamente, con ese amplio cuarto, de hechuras arqueológicas, al que recibió con un péndulo en los medios. A partir de ahí, muy centrado, supo meterlo en la canasta tapándole siempre la salida hasta que, colocado en el pitón izquierdo, surgió ese toreo espatarrado, de pies hundidos y riñones encajados –muy reunido con el animal– que puso la plaza boca abajo. Pepe se arrebujó de toro y aún tuvo tiempo de volver al lado maestro para amarrar la oreja. El feo espadazo no impidió que el palco concediera, con toda justicia, ese trofeo que Moral paseó feliz de la vida. Le quedaba otro más, un sexto de malas intenciones y peor estilo que no tuvo un muletazo. Le pudo por bajo antes de comprobar que tomaba el engaño al paso, enterándose siempre. Se había acabado la función.

Pero antes habíamos podido embelesarnos con algunos fogonazos de la mejor versión de Curro Díaz. El torero de Linares ya había esbozado algunos apuntes de su personal estilo con el primero de la tarde, un toro de fondo noble y temperamento manso al que toreó más pendiente de la estética que de la técnica. El propio inicio de faena, recortando las embestidas, no ayudó a desarrollar la potable embestida de ese astado que, en cualquier caso, sí le permitió andar a gusto, dejando pellizcos, esbozos, hermosos carteles de toros y la sensación, también, de que el animal tenía más que torear. Se recetó una primera vuelta, cogida con alfileres.

Tuvo mucha más enjundia la que se pegó después de acabar con el quinto, un toro al que toreó con excelsa belleza y mató estropajosamente, quedándose sin la oreja que, ahora sí, se había ganado con justicia. Curro dibujó muletazos abandonados que brotaron como relámpagos en una faena que gozó de la belleza de la imperfección. El matador de Linares logra momentos de preciosista conjunción –engaño, toro y torero– que, por momentos, recuerda la melancolía del toreo mexicano. Curro siguió trazando brochazos de belleza sin importarle la continuidad ni la ligazón, abandonado de sí mismo y consciente de su conexión con el público maestrante. La espada se fue abajo... Y hasta aquí podemos leer. Pasado mañana, ya lo saben, comienza el ciclo continuado de festejos. El dios Toro se instala en Sevilla. Se lo contaremos.

 

PARTE MÉDICO. El diestro valenciano Román resultó cogido por el tercero de la tarde sufriendo “cornada en el tercio anterior de pierna externa, región pretibial, en una extensión de 15 cm, lesiona musculatura pretibial alcanzando espacio posterior donde lesiona estructura vascular venosa”. El mismo parte reseña que se le realiza “hemostasia lesión venosa”. De la misma forma, precisa que “ante la imposibilidad de constatar con certeza la lesión arterial, y aun comprobando pulso arterial distal, se traslada para realización de pruebas complementarias”. El pronóstico es grave.

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