CTI

Club Taurino Italiano

Padilla casi temerario, entonado Manzanares en su vuelta a los ruedos

Castellón, 13 mar. (COLPISA, Barquerito) A hombros los dos. Y una corrida bondadosa de Cuvillo con dos toros, cuarto y sexto, de son muy sencillo. Morante, más afanoso que en su papel propio, cumple en tono menor. Castellón. 3ª de feria. Tres cuartos de plaza. Fresco, soleado. Seis toros de Núñez del Cuvillo, de armónicas hechuras, justos de trapío, muy en tipo, nobles. De desigual condición. Inválido el tercero. Cuarto y sexto, los más enteros, fueron los de mejor estilo. Se aplomó un primero bondadoso; mansito almibarado el segundo; codicioso pero rebrincado el quinto. Juan José Padilla, una oreja en cada toro. Morante de la Puebla, saludos y palmas. José María Manzanares, silencio y dos orejas. A LA CORRIDA de Cuvillo le faltó la chispa viva que fue característica de la ganadería. Iba a ser marca de la corrida toda la bondad franciscana del toro que rompió plaza, terciado, acochinadito, afiladita pero justa la cara. El toro se empleó en un solo puyazo pero se aplomó a los veinte viajes. Se había desfondado. Rodilla en tierra, Padilla le pegó para abrir faena seis muletazos rumbosos. Y luego le pegó muchas voces, una tanda con la izquierda, un molinete, cuatro redondos a pulso o al tirón –depende- y un circular invertido abrochado con un desplante. El desplante de Guisando porque el toro, apalancado, pidió la cuenta y la muerte: una estocada tendida y trasera a paso de banderillas. Padilla brindó el toro a Manzanares, vestido de negro y azabache, y el brindis se entendió como homenaje a Manzanares padre. En la vuelta al ruedo, morosa, una moza apostada junto a la meseta de toriles desplegó una bandera pirata y se la hizo llegar a Padilla para que la blandiera y ondeara en un celebrado final de vuelta al ruedo. Iba a ser corrida muy larga: de casi dos horas y media, y final con luz artificial. La de Castellón tiene sombras y penumbras de festejo nocturno. Solo la primera de las dos faenas de Manzanares fue breve. Pero lo fue por necesidad y no por criterio: el toro, derrumbado después de un puyazo medido, claudicó al quinto viaje y volvió a derrumbarse al décimo. Habría procedido la devolución. Morante se esmeró con el capote. Toro, el segundo, empapado en el seco vuelo de siete lances lineales, de buenos brazos. Después de banderillas, jadeaba exangüe el cuvillito. Una embestida almibarada pero incompleta. Morante tuvo que asirse a cuartos traseros para concluir viaje cuando trató de dibujar medio en serio. Una tanda en carrete, con toques sutiles; otra tropezadilla con la zurda. Muletazos sueltos de buena caligrafía pero tinta transparente. Un pinchazo y una estocada. No fue de tirar cohetes esa primera parte de festejo. Al soltarse el cuarto, las bocanas de los tendidos de sombra estaban abarrotadas. Como si se hubieran abierto las puertas. Tres cuartos de plaza a la hora del paseíllo y un casi lleno tupido cuando Padilla recibió al cuarto con una larga cambiada de rodillas en tablas, y lances a pies juntos en la vertical, sencillos, ceñidos. Pero se soltó el toro. Dos puyazos buenos de Antonio Montoliu y arriba en banderillas el toro, que fue uno de los dos mejores. El otro, el sexto. Padilla le dio al suyo fiesta. A su manera: una tanda en los medios de rodillas dejando al toro llegar pero despidiéndolo como a cacharrazos. Y se arrancó la música, que ya no paró. Le dieron dos o tres vueltas al Churumbelerías, pegadiza música bien rimada. Muy desigual de hilván, sentido y fondo la faena de Padilla, que pecó de interminable pero sin llegar a romper. Temerario final: desplante panorámico en tablas, dando la espalda al toro, y empalmado con ése un segundo desplante frontal, de rasgarse las vestiduras, es decir, de abrirse la chaquetilla Padilla y sacar pecho desafiante. Encantada la gente. Otra estocada trasera. Y una oreja, y solo una, pero muchos pidieron a modo la segunda. A Morante, muy afanoso en su segundo turno, no le hicieron tanto caso como a Padilla. Un quinto toro retinto o lombardo que tuvo la fuerza justa –parecía mal coordinado- pero mucho ímpetu. Eso se resolvió en lógica con un rebrincarse casi continuo, pequeños cabezazos en el remate de viaje. Morante brindó el toro al público para general sorpresa, y se empeñó con él en una faena algo caótica, de recorrer mucha plaza, pero terminando siempre donde dispuso el toro. Aunque hubo muletazos sueltos preciosos –el dibujo, el vuelo-, el trabajo tuvo más de destajo que de inspiración. Por la mano izquierda Morante no pudo sacar un solo muletazos limpio, pero lo intentó. Despacio pero muy seguido, como suele hacer Morante. No se prestó el toro al juego. El sexto, tronco cilíndrico tan del tipo propio de Cuvillo, metió la cara de salida. Son y motor, armónica embestida. Manzanares se estiró con el capote en lances largos de manos altas, y en un quite por chicuelinas de capa muy desplegada. Estaba el toro para hacer encaje –por fijo, por pronto, por templadito- y casi casi. En redondo Manzanares se valió de su pericia para ligar sin soltar. Toreo rehilado sin transiciones pero a cámara lenta y enroscado. Con la izquierda no hubo cosa mayor. La fantasía llegó en un largo final de faena basado en rizos y madejas: el circular invertido cosido con el circular en la suerte natural y rematado con un cambio de mano; una trenza de hasta cinco bucles seguidos, ya en tablas, y en la querencia del toro, que era su punto más dócil. Los ochos se celebraron como gran acontecimiento. Una estocada cobrada con fe, letal. Dos orejas.

 

 

Postada para los íntimos: Se fue al éter un texto de disculpa. Por los insultos con que en un rapto de cólera pretendí castigar al responsable del muy horrrísono ruido con que el Ayuntamiento de Castellón y una emisora "non stop music" de frecuencia modulada nos viene castigando sin la menor clemencia a los pacíficos habitantes del Hotel Doña Lola. La cólera, enseñó Séneca, acaba castigando a quien la despide y no tanto a quien la padece. Y es mi caso. En descargo del rapto de cólera, la tortura acústica a que se me somete desde el pasado sábado. Ya pasará. Y, en fin, volveré a Castellón. Naturalmente.

Categoria: