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Club Taurino Italiano

Bayonne: Espléndida corrida de Garcigrande, gran euforia, todos a hombros

Barquerito, COLPISA

7 septiembre 2014

Dos toros de vuelta al ruedo bien ganada, y uno más, primero de la tarde, que la mereció tanto o más. Juan Bautista, Castella, Fandiño y el ganadero, en loor de multitud
10.000 almas. Casi lleno. Anticiclón, casi bochorno.

Seis toros de Garcigrande, de muy buenas y serias hechuras. Espectacular el primero, que iba a cumplir seis años en octubre. Ese primero, el segundo y el cuarto fueron de nota sobresaliente. Vuelta para segundo y cuarto. Encastado el tercero, que peleó mucho y en serio. Bueno el quinto. El sexto, bondadoso sin más, desdijo del alto promedio.

Juan Bautista, silencio y dos orejas. Sebastián Castella, dos orejas y saludos. Iván Fandiño, una oreja en cada toro. Los tres espadas, a hombros junto al ganadero, su nieto y el mayoral

Premiado como mejor picador Paco María, que trabajó muy bien en el cuarto.

TODA LA CORRIDA de Garcigrande fue de serio y hermoso remate: la cara, los pechos, las culatas. Pero los tres primeros estaban a punto de cumplir el tope reglamentario de los seis años y la edad se dejó sentir en el escaparate más de lo imaginable. El primero, negro tizón y lustroso, fue de cuajo sobresaliente. Hondo de verdad, barría la arena con el rabo. Abierto y brocho a la vez, casi cubeto, muy astifino, toro de estampa impagable. Bravo de los de no parar. Completo: desde el primer galope hasta el momento de rodar tras un segundo golpe de verduguillo.

Iba a ser tarde de ganadero en la gloria: vuelta al ruedo para dos toros, segundo y cuarto. Indiscutibles. Y, sin embargo, el toro que más puntos sumó fue ese primero, de nombre Roquito, 520 kilos. La codicia fue, con la excepción del sexto, una de las notas diferenciales de la corrida. En los dos toros premiados en el arrastre y, de otra manera, en ese primero, pues fue equilibrio perfecto de codicia y son, que no es común.

El toro romaneó y se empleó en el caballo –picó certero Puchano-, atacó pronto en banderillas, se pegó, ¡ay!, una escarbadura y estuvo listo, pronto y franco en cuanto vio a Juan Bautista. Crudo de dos varas, por decisión del propio matador, el toro pesó en los seis primeros muletazos de tanteo, lineales, mano baja, en las rayas. Juan Bautista abrochó con un pase del desdén. Antes de tiempo, porque que el toro, puro fuego, tenía todavía entonces muchas ganas de pelea. No dejó de tenerlas ni un solo instante. Toro repetidor pero no agobiante ni pegajoso. Un galope de notable calidad. Por una mano. Por la otra también. Juan Bautista no se esperaría tan pronto tanto toro. Tampoco la gente ¡El primero de corrida!

No fue faena de tira y afloja, pero sí más de tirar líneas que de meterse en honduras. La facilidad proverbial del torero de Arles: para aguantar sin irse, ni ajustarse, las repeticiones del toro. Su habilidad para encadenar muletazos cambiados por alto. Seguridad al irse de la cara. Un final de florilegio y fuegos de artificio: muletazos, calambrazos. La gentileza de lucir el toro sin esconderse ni taparlo. Detalle, por tanto, de buen torero. Pero con eso no bastó.

Estaba de Juan Bautista la corrida porque el cuarto, primero del cupo de tres cuatreños, y el mejor hecho de esos otros tres, fue otro toro de bandera. Toro muy bien lidiado –sobrio el torero, pero tan sobrio como preciso, ni un toque de más- y picado con genio por Paco María, que se sostuvo en un caballo castaño azabache que el toro puso a dos manos y hasta llegó a volver, y, además de sostenerse, picó arriba y lo que pidió el matador: que no sangrara demasiado.

Crudo de varas, arriba en la muleta, el toro vino de largo a los cites en distancia de Juan Bautista, el hocico por el suelo, algo más turbulentas estas embestidas que las del gran primero. La faena, algo desigual, tuvo dos virtudes mayores: ni un enganchón –pura pericia- y la elección de terrenos, todo pasó en los medios. Se quedó corto Juan Bautista: por abusar del toreo en trenza y sin espada ni ayuda en la mano sin engaño, y se fue cambiando de manos una vez y otra. Exceso de arabescos y filigranas. El molinete de recurso en los momentos de apuro. Una general cadencia de toreo de mano baja, que fue árnica para el temperamento del toro. Y, en fin, un colosal final: Juan Bautista cuadró al toro en los medios a contraquerencia y lo recibió con la espada casi a cámara lenta. Soberbia la estocada, apabullante. Tardó menos de media minuto en rodar el toro sin puntilla. Se desató la euforia. Dos orejas.

La euforia llevaba desatada ya un ratito, porque el segundo garcigrande, de sorprendente agilidad, pies de velocista e incansables prontitud y movilidad, se dio todo y entero, y Castella, fino en el recibo de capa, se lo sacó por las dos manos, por arriba y por abajo, sin atragantarse ni una vez. Circulares invertidos de 360 grados y hasta 420, muchos muletazos revolucionados, mucha firmeza también. Una estocada al salto. Generosa recompensa: dos orejas, que abrieron la caja de bombas.

A Fandiño, que reaparecía tras su serio percance del 10 de agosto en esta misma plaza, lo sacaron a saludar antes de soltarse el tercero, que fue de los cinqueños pero no el mejor de los tres. En parte porque, falto de castigo en varas, se vino muy arriba y protestaba si sentía cerca al torero. Cerca se puso Fandiño, en aire terco. Muy montada la muleta con el estoque y, por tanto, sin vuelo apenas. Laborioso todo. Por la mano izquierda, además, el toro tenía sus gatitos. Algún arañazo. Una tanda de manoletinas o algo así, media estocada al encuentro, capotazos letales de la cuadrilla y una oreja que subrayaba la euforia y vino a calentar la corrida más todavía.

No la enfriaron los dos últimos garcigrandes, colorados los dos. Muy abierto de cara el quinto; todavía más el sexto, que justo de fuerzas y ganas, escarbó y, no siendo mal toro, pareció de otra corrida. A este sexto le pegó muchas voces Fandiño, que buscó como fuera sumar una segunda oreja para irse por la puerta grande como Juan Bautista y Castella. Esa oreja se la ganó con una estocada extraordinaria tras un pinchazo. La faena apenas contó. Castella le encontró el ritmo al quinto, con el que llegó a ajustarse en serio, pero en faena de más a menos y perjudicada por eso. El final de arrimón y tragantón no hacía al caso. No entró la espada hasta el segundo ataque. La gente se había quedado fría. Solo relativamente. Se estaba esperando la apoteosis final. La hubo: con los tres espada, a hombros el ganadero, Domingo Hernández, y uno de sus nietos, que se llama Justo Hernández, igual que su padre. A ese Justo se atribuyen poderes para echar en una misma tarde tres toros de tanta importancia. ¡Sombrero! (Chapeau!)

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Postada para los íntimos:

Hay una linea de autobuses urbanos, la 5, que lleva desde la estación de ferrocarril -Gare de Bayonne- hasta las playas de Anglet pasando por la barra del río Adour. Los últimos cuatro kilómetros, en paralelo con el Oceano.
Las paradas desde la estación hasta la plaza de toros (Arenes) son: Echauguette (la garita del baluarte), la Mairie (el ayuntamiento), la plaza de los Vascos (junto a un jardín francés), la avenida de Paulmy (toda jalonada de plátanos y castaños, y huele a flores, y se ve la muralla mayor de la ciudad), el Palacio de Justicia, la iglesia de los Capruchinos y al fin, los toros. Las Arenas. Muy cómodo si se vive en el Puente Nuevo. Un euro el viaje. Ibamos solos: el conductor y yo (et moi!)
Vale!
El viaje de vuelta, lo mismo pero al revés. Igual de solos. El mismo precio.

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