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Club Taurino Italiano

Talavante vuelve a respirar la gloria

ZABALA DE LA SERNA

El Mundo 11/10/2014

  • El matador extremeño desoreja al mejor toro de una seria, cinqueña y montada corrida de Juan Pedro; privilegiada cabeza de Ponce, que cortó una oreja como Diego Urdiales, el acento de sabor de una larga tarde

 

El epílogo de Alejandro Talavante a hombros se convertía en la mejor noticia, aunque no la única, después de casi tres horas de función. Talavante volvía a respirar en torero la gloria, y eso siempre alegra las campanillas del alma después de un año duro y una lesión amarga. Para A.T. fue el toro de una corrida de Juan Pedro Domecq muy seria, cinqueña, bondadosa y montada: entre la morfología y la escasez de fuerza, las embestidas se recuerdan por los palillos de las muletas. Y por lo contrario destacó el 'Ballenito' de Alejandro, porque humilló más que ninguno -sin terminarlo de hacer del todo- con prontitud, bravura, potencia y enorme fijeza.

El chato y enmorrillado juampedro galopó de salida, cuando Talavante clavó la rodilla en tierra para tratar de 'ordoñizar' el lance: mejor la intención que la ejecución. Las chicuelinas al paso las dibujó con armonía. Derribó el toro con empuje por los pechos del caballo y fue clave la medida del siguiente puyazo.

Alejandro Talavante, reaparecido anteayer, se clavó en los medios y llamó a 'Ballenito' con el cartucho de 'pescao' pepeluisista en la izquierda, claro. La apertura de la muleta apuró la generosa distancia y la colada se produjo en un ¡ay! en el último instante. Volaba Talavante los naturales con el trepidante ritmo de la embestida, que contaba con un tranco más para permitir la ligazón colocada. Adecuada la velocidad, el paladar de la izquierda estaba más en vino crianza que en reserva. La vertical decisión del toreo suelto transmitía la emoción de la que que muchas veces carece el gobierno total. Un par de molinetes y la mano derecha aplicada sin solución de continuidad para desembocar en una arrucina perfecta, tanto o más que aquella que cinceló con 'Esparraguero' en esta misma arena. El pase de Arruza constituyó un volcán. Ardía la plaza y Alejandro Talavante consideró el bramido como el momento oportuno para entrar a matar. Aunque pudiese quedar toro por reventar, la máxima belmontista de que quien quiera más que vuelva mañana es preferible. Se atracó en el volapié Talavante, la estocada se pasó de la cruz y necesitó del verduguillo para hacerse con las dos orejas unánimemente pedidas. Todavía quedaba más de hora y media para la puerta grande, así que cuando apareció el largo sexto, tan suelto de carnes como escaso de riñonada, había ganas de aupar al extremeño más que de empujar el nulo poderío altivo y mirón del juampedro, muerto a la de tres.

Importante era la tarde para Diego Urdiales, que pisaba por fin moqueta, como quien dice. Y lo hizo con sabor y poderío desde que desplegó el capote a la verónica con aquel segundo toro de Domecq, liviano, sin cuello y agresivo por delante. Brindó Urdiales al maestro Ponce y a Talavante, como en agradecimieto por dejarle entrar en la sustitución de Finito. Y en un visto y no visto, tras la concetrada apertura a dos manos por alto, ya tenía al toro en los medios sacándoselo con garbo. Interpretó la altura y la distancia del toro con idónea lectura, impresa con la marca de la casa de hacer del toreo algo más que pegar pases. Desde la colocación al acento, decía Diego el toreo clásico, con recortes bienvenidistas. De esos con los que te sales del toro dejando la muleta en la cadera. Apurado y reventado el juampedro de una estocada, la oreja le daba vida al riojano después de su otoñal obra de Madrid. El aleonado quinto subía también mucho la alzada y se movía por el estaquillador, tan desfondado que se quedaba corto o por debajo. No hubo ni caso ni causa.

Enrique Ponce mató los dos sobreros. Un tío de Juan Pedro y otro inacabable como un tren de mercancías de Torrealta. Y los dos mirando por encima de la muleta. En esos terrenos imaginarios del aire, Ponce es el puto amo. Si ya le extrajo todo con sitio cabal al juampedro, al torrealta le apuró hasta el aliento. Siempre tapado el movimiento, siempre cubierta la visión, algún tirón, 'pecata minuta', pecado menor. Y una oreja labrada contra el reloj y la rácana música. Será por años y será por afición. La vuelta al ruedo se la pegó a cámara lenta, como quien nunca tiene prisa.

 

 

Ficha del festejo

 

  • Plaza de la Misericordia. Sábado, 11 de octubre de 2014. Octava de feria. Lleno aparente. Toros de Juan Pedro Domecq, muy serios y montados, incluido el sobrero (1º bis) de tremenda encornadura y pobre fuerza, cinqueños menos el 2º, más liviano pero que enseñaba mucho las puntas sin humillar; bravo y repetidor un 3º de gran fijeza; devuelto el cornalón 4º; otro sobrero (4º bis), de Torrealta altón, muy largo y noble a su altura; montado de poca fuerza y corto viaje por el palillo el 5º; largo y subido de agujas un 6º también de escaso poder y humillación.
  • Enrique Ponce, de habano y oro. Estocada rinconera (saludos). En el cuarto, estocada delantera y rinconerilla. Aviso (oreja).
  • Diego Urdiales, de verde botella y oro. Estocada (oreja). En el quinto, media estocada atravesada y dos descanellos. Aviso (saludos).
  • Alejandro Talavante, de obispo y azabache. Estocada pasada y descabello (dos orejas). En el sexto, tres pinchazos y se echa (ovación de despedida). Salió a hombros.
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