Media corrida aprovechable de Pablo Romero con uno para triunfar
por José Antonio del Moral
01/06/2015
Madrid. Plaza de Las Ventas. Lunes 1 de junio de 2015. Vigésimo quinta de feria. Tarde medio nublada, calurosa, con algo de viento y dos tercios más o menos nutridos de entrada.
Seis toros de Partido de Resina (antes Pablo Romero), bien aunque desigualmente presentados con el pelo cárdeno de la casa y vario juego. Manso y manejable sin clase el primero. Bravito y noble el segundo. De manejable a difícil el tercero. Manejable hasta que se rajó y orientó desarrollando peligro el cuarto. Muy deslucido el quinto. Manso declarado en los dos primeros tercios y apenas manejable en la muleta el sexto.
Eduardo Gallo (corinto y oro): Estocada trasera y descabello, aviso y silencio. Estocada casi entera de rápidos efectos, silencio.
Sebastián Ritter (malva y oro): Pinchazo y estocada que hizo guardia en la suerte de recibir, otros dos pinchazos y bajonazo aviso y silencio. Casi entera caída, silencio.
Rafael Cerro (blanco y plata): Sartenazo, pitos. Media tendida, cuatro pinchazos y dos descabellos, aviso y silencio.
Cada vez que se lidian en Madrid los toros de Pablo Romero, siempre nos vienen a la cabeza los recuerdos de tantas ocasiones triunfales aunque también del principio de la decadencia de este histórico encaste. Por guapos, siguen siéndolo pese al inevitable aumento de tamaño, de peso y de hechuras a que se vieron obligados cuando se puso de moda el toro grande. Eso les perjudicó mucho aunque ya llevaban años en los que la falta de fuerza les precipitó, no a la desaparición, pero sí a la cada vez menor presencia en las plazas y ferias de tronío que habían sido los principales escenarios de sus éxitos.
La última figura que los mató con relativa frecuencia fue Paquirri. Todavía le estoy viendo cortar cuatro orejas de dos reses de este hierro cuando reapareció en Algeciras tras las dos gravísimas cornadas que sufrió en Sevilla aquella tarde en la que su suegro, Antonio Ordóñez, saltó desde su barrera a la arena con un cigarrillo en los labios para intentar librarle del percance antes de que se produjera. Fue al intentar poner un par de banderillas y por cambiar de velocidad el animal, aumentándola en pleno trayecto hacia su inmediata víctima. Más de dos meses duró la convalecencia hasta la tarde algecireña y aún se rebobina en mi película mental el momento en que Paquirri saltó limpiamente al callejón tras colocar un par de banderillas al tiempo que el doctor Ramón Vila brincaba de alegría al ver totalmente recuperado a su gran amigo e ilustre paciente.
Los últimos importantes que los torearon fueron Ponce y El Fandi en un mano a mano celebrado en Granada. La corrida de Pablo Romero de aquella tarde fue desesperante y el único que cortó orejas fue el valenciano. El Fandi no por pinchar. Finalizado el festejo, Ponce se negó a salir a hombros en un gesto de compañerismo de los suyos y ambos espadas lo hicieron juntos y a pie entre una atronadora ovación.
Pero quizá fue Antonio Ordóñez quien más toros de Pablo Romero mató durante su carrera y en sus dos épocas. La segunda la recomenzó precisamente en Las Ventas para reaparecer en Madrid con toros de Pablo Romero tras hacerlo en Málaga, Arles y Jerez. Todavía no había firmado Ordóñez más contratos y el toro de Pablo Romero del que cortó dos orejas fue la palanca de un regreso a los ruedos por todo lo alto. Aquella tarde del 30 de mayo de 1965 se despejó el horizonte para el rondeño en su gran retorno. Pero siete años después, otro toro de Pablo Romero fue su último y el que le obligó a retirarse en El Chofre de San Sebastián. Esto no lo cuento por referencias de nadie. Lo cuento porque lo viví muy de cerca. Viajando con el inolvidable maestro durante aquella campaña de 1971.
Podría escribir mucho más sobre los toros de Pablo Romero porque fui muy amigo de la familia, sobre todo de Felipe y de José Luis. No tanto de Jaime que fue el que se cargó la ganadería por su equivocado hipertorismo contra el siempre inteligente consejo de su mayoral, el último de los Muñoz, uno más de la familia de inolvidables picadores y grandes amigos por cierto. Manolito, Rafael… Me saltan las lágrimas recordándoles… Pero de todo esto y de muchas, muchísimas cosas más, me debo y les debo un libro larguísimo que todavía no me atrevo a comenzar porque me tendría al menos un par de años encerrado en mi casa y todavía me quedan salud y fuerzas pare el no parar de cada temporada a favor de la corriente del rio de afición que nos arrastra sin que desfallezcamos ni un segundo. A Dios sean dadas las gracias por este privilegio.
Perdonen los lectores por estas historias, propias y ajenas, que quizá no tengan más motivo que evocar la leyenda de los Pablo Romero. Ayer otra corrida en Madrid. Que haya suerte para los alternantes, Eduardo Gallo, Sebastián Ritter y Rafael Cerro. Que tengan en cuenta que son toros de pocos muletazos buenos si los tuvieran y que casi nunca humillan. Son de medias alturas. Hay que ser muy buenos toreros para sacarles partido. De Partido de Resina, mira por donde, se llaman ahora.
Cárdeno, bragado, meano, gargantillo y caribello fueron los pelajes del primero de la tarde. Un bellísimo ejemplar que fue aplaudido al salir de chiqueros. Distraído para empezar. Y cuasi parado a la espera de que fueran a por él. Fue el toro, por fin, a la llamada de un peón para embestir noblemente aunque con la cara alta al capote de Eduardo Gallo que apenas logró apuntar sus lances. El toro fue por su cuenta al caballo de tanda sin estar aún en su sitio y, tras pasar de largo, tomó un breve puyazo, yéndose para recibir el segundo, también leve, y dar más pruebas de su mansedumbre. Quite por gaoneras frustrado del colombiano Sebastián Ritter. Poco tino al clavar las banderillas los peones. Gallo empezó la faena por bajo con la derecha y uno de pecho. Bien aceptados por el burel. Dos rondas a derechas medio decentes y el de pecho enganchado. El toro no quería nada por arriba. La mejor tanda por redondos llegó después. Y por el lado izquierdo los viajes del animal no fueron tan gratos. Un extraño peligroso del toro sufrió Gallo al rematar los naturales con un de pecho. Y a retomar la derecha, el animal se rajó. Como viene sucediendo, fue inútil continuar la faena. Empate a regulares ambos oponentes. Mató Gallo de estocada y descabello.
Cárdeno lucero el cuarto. Otra belleza. Llegó pronto a tablas y, tras emplazarse, salió suelto del capote de Gallo para barbear las tablas medio ruedo. No quiso capotes y costó llevarle al caballo. Pero fue en bravo al primer encuentro para recibir un puyazo aliviado. Como el segundo. Los hay en Las Ventas que quieren que peguen a los toros aunque tengan poca fuerza. Pero hay que picar en función de la que tengan. A ver si se enteran. Buen quite de Ritter por chicuelinas. El toro perdió las manos en banderillas. Deslucido el tercio. Como los anteriores, el animal resultó manejable en sus comienzos. Y este muy noble en sus primeras embestidas. Gallo se empleó con la derecha en el arranque de su faena. Y muy bien en una segunda tanda. Pero a los tardos hay que ganarle un paso a cada pase, Eduardo. El poste para Tomás. El toreo debe ser dinámico cuando hace falta. El animal terminó por aburrirse rajado. Y en tablas ya no quiso más que coger. A poco lo consigue con Gallo. Estocada casi entera.
El segundo, otro cárdeno con menos de 500 kilos. Eso me gusta. Salió alegrito. Pero se fue del capote de Sebastián Ritter cinco veces entre lances insustanciales. Buen puyazo el primero yendo el animal en bravo. Ritter lo dejó demasiado lejos para el segundo y tuvieron que acercarlo, volviendo a ir en bravo. Pero digo en bravo, no bravo. Vistoso quite de Rafael Cerro. Se banderilleó decentemente. Ritter, que citó a distancia con la derecha, enganchó el primer pase y, hasta dar la segunda tanda, no se templó. Buen toro para la muleta por ese pitón. Como bien vimos en la tercera ronda, mejor que las anteriores. Cambió de mano para acoplarse solamente en los últimos naturales. Y continuó a derechas con no malos resultados aunque tampoco buenos. Faena de yenka alternando ambas manos aunque sin romperse nunca el torero. Fue un toro de oreja. Pinchazo y estocada contraria que hizo guardia en la misma suerte de recibir mas otras agresiones que terminaron con un bajonazo. El toro fue aplaudido en el arrastre.
Quinto. Cárdeno claro y cornalón. Salió con muchos pies, aunque sin fijeza. Suelto del capote de Ritter hasta tomarlo muy corto y echando la cara arriba. El peor los vistos en su salida. Cumplió manseando mucho en el caballo. Media verónica de Ritter en su brevísimo quite. Muy regulares por no decir mal al clavar los peones en banderillas. Ritter brindó la faena sorprendentemente. No fue para un brindis el animal. Tanteos a derechas y, en el tercio, a enganchón sucio salvo en dos. Cuando luego embistió, lo hizo con medio recorrido saliendo con la cara alta. También por el lado izquierdo. Y al insistir Ritter, la gente empezó a protestar. Mató de estocada casi entera caída.
Tercero, 561 kilos y cárdeno claro. Guapísimo. Ovacionado en su salida. Llegó pronto a tablas. Tras quedarse cortó en el capote de Rafael Cerro, enseguida lo abrió éste a los medios con capotazos eficaces yendo de espaldas. El toro se arrancó al caballo nada más verlo salir al ruedo, tomando un primer puyazo. El segundo lo recibió en regla. Se fue arriba en banderillas. Desiguales al clavar los palos el peonaje. Buen par de Jesús Talavante. No fue bien el animal en tablas. Pero sí en el tercio por el lado derecho aunque fue perdiendo brío a medida de avanzar Cerro con vulgarísimos derechazos que acabaron malamente al echar el animal la cara arriba y ponerse a la defensiva. Muy mal Cerro que no supo cómo hacer estropeando las posibilidades de su enemigo. Mató de sartenazo perdiendo la muleta.
Y sexto. Cárdeno con 587 kilos. Colín y veleto. El más feo del envío. Medios viajes en el capote de Cerro. Blando de remos. Manso declarado en el caballo. Cuatro encuentros. Solo pudieron pegarle en el tercero y en todos se fue de naja el morlaco. Lo banderillearon como malamente pudieron. En la muleta resultó mejor de lo esperado aunque no para tirar cohetes. Y Cerro, muy dispuesto, se la jugó en sucesivos pases sin mayor relieve que el aguante salvo en algunos naturales medio qué. Le agradecieron la disposición y terminó fatalmente con los aceros.