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Club Taurino Italiano

Despacio y con la mano baja

Madrid, 20 may (EFE)

Paco Aguado

 

El novillero Francisco José Espada, que debutaba en la plaza de Las Ventas, cortó una oreja de peso tras torear con hondura y temple a un bravo astado de El Montecillo en el festejo de hoy de la feria de San Isidro.

 

Seis novillos de El Montecillo, bien presentados dentro de su desigualdad de volúmenes, sin excesos en su cornamenta y de juego variado: manejables, primero y tercero; de profundas embestidas, el cuarto; el resto, descastados y deslucidos.

Francisco José Espada: pinchazo y estocada caída (ovación tras aviso); estocada delantera desprendida (oreja).

Posada de Maravillas: media estocada (silencio); estocada (silencio).

Lama de Góngora: pinchazo y estocada (ovación tras aviso); tres pinchazos y media estocada delantera (silencio).

La plaza se cubrió en más de la mitad de su aforo, en tarde nublada y ventosa, en el undécimo festejo del abono.

 

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La presentación de Francisco José Espada, novillero de la localidad madrileña de Fuenlabrada, en la primera plaza del mundo resultó muy esperanzadora porque el debutante mostró un concepto del toreo hondo, de temple y de mano baja, con el que consiguió varios de los mejores muletazos de lo que va de feria.

Ya avanzó algo de eso Espada con su primero, un novillo manejable, por noble, pero sin mucho celo, al que sacó varias series estimables con la mano derecha, aunque sin soltarse por completo los nervios del debut.

Así que fue con el cuarto, que manseó en el primer encuentro en varas y en el siguiente derribó con estrépito, con el que el madrileño pudo demostrar mucho mejor lo que lleva dentro.

Después de un breve tanteo inicial, cuando comprobó que el novillo se entregaba más cuanto más le bajara la mano, Espada comenzó a armar una faena marcada por la firme determinación de haer un toreo profundo, de pasarse muy cerca y muy despacio las embestidas, siempre con los pies asentados en la arena.

Varias series rotundas con la mano derecha tuvieron el remate de largos pases de pecho y fueron la base sólida del trasteo a un utrero de El Montecillo que se empleaba con mucho recorrido tras los vuelos de la tela.

Pero, aun así, los momentos de más vibración del tendido los consiguió Espada con la mano izquierda, ya que, sin ligarlos por ciertos errores de colocación propios de su bisoñez, varios naturales tuvieron un temple y un recorrido de gran profundidad e hicieron rugir la plaza de Las Ventas.

Un final de mucho menos nivel con ayudados, ya con el novillo vaciado, y una estocada algo defectuosa frenaron la que pudo ser la petición de una segunda oreja. Pero la que sí cortó el fuenlabreño fue tan merecida como la fuerte ovación que se llevó el novillo en el arrastre.

También fue ovacionado el sevillano Lama de Góngora tras la lidia del tercero, al que acertó a anular la querencia a tablas que apuntó en varas y en banderillas.

Dejándole la muleta ante los ojos, sin quitársela nunca de delante, Lama no sólo sujetó al animal en el tercio sino que además le hizo seguirla a lo largo de una faena bien compuesta sobre la mano derecha y que tuvo un final preciosista de ayudados y detalles muy sevillanos. Sólo un pinchazo le privó de pasear un posible trofeo.

Otro cantar fue lo del sexto, que derribó también aparatosamente al caballo del picador llegando incluso a cornearle. Pero se debió dejar el novillo ahí todo su celo porque pasó a comportarse muy a la defensiva ante un Lama de Góngora poco confiado.

Posada de Maravillas, el otro debutante de la tarde, apenas tuvo opción con un segundo que se rajó y se salió desentendido de todos los pases que le instrumentó el extremeño en una larga faena. Con el quinto, descastado y desclasado, insistió machaconamente Posada en un planteamiento de faena a todas luces improductivo.

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