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Club Taurino Italiano

El arte de lidiar una corrida de Miura

Carlos Crivell

sevillatoro.es

26 abril 2016

 

Finalizó la Feria con una imponente corrida de Miura por presencia y que dio un juego variado dentro de un alto interés Los toros segundo, cuarto y quinto fueron de nota aunque con las dificultades de la casa. Digna y sabia la actuación de Dávila Miura en su vuelta para celabrar los 75 años de la corrida de Miura en Sevilla. Excelente de poder, variedad y valor Manuel Escribano. Fandiño, sin suerte ni muchas ganas.

Plaza de toros de la Maestranza. Domingo, 26 de abril de 2015. Última de feria. Toros de Miura, serios en sus diferentes líneas y hechuras; altísimo, orientado pero sin poder el 1º; bajo, pronto, de estupendo tranco y a peor el 2º; una prenda orientada y gazapón el 3º; sin humillar pero sin maldad el 4º; importante de serio fondo el gigantesco 5º; más vareado el 6º que topó y se defendió con sentido. Enorme lidia de Javier Ambel. Bien a caballo Juan Manuel Quinta y Manuel Bernal.

Dávila Miura, de tabaco y oro. Estocada que hace guardia, pinchazo hondo y descabello (saludos). En el cuarto, estocada fulminante (oreja).

Manuel Escribano, de sangre de toro y oro. Pinchazo y estocada trasera (saludos). En el quinto, estocada desprendida (una oreja).

Iván Fandiño, de caña y oro. Estocada pelín contraria, atravesada y suelta y tres descabellos. (silencio tras aviso). En el sexto, pinchazo y estocada desprendida (silencio).

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Manuel Escribano (Foto: Toromedia)

El cierre de la Feria estuvo a tono con lo que podía esperarse. La corrida de Miura, de imponente fachada en el tipo de la casa, fue una corrida buena de este encaste. Hubo de todo: bravos, nobles, inválidos, listos y marrajos. Simplemente, de Miura. Lo que no hubo en la plaza fue aburrimiento. Es la virtud del toro de Zahariche, que no deja nunca indiferente al tendido. El gesto emotivo de Eduardo Dávila se saldó con un triunfo que premió el valor de vestirse de luces en Sevilla en la fecha que los toros de la casa cumplían 75 años lidiando en la Maestranza. La plaza lo entendió, lo aplaudió al comienzo y le entregó una oreja porque Eduardo lidió de forma perfecta al buen toro cuarto. No fue una faena de pases de ensueño, fue una labor de espada sabio con los toros de su familia. Y además lo mató de forma espectacular. Escribano dejó de nueva las pruebas de su poderío y su capacidad lidiadora, mientras que Iván Fandiño, sin suerte ni clarividencia, volvió a sembrar de dudas su actual momento.

Los toros jugados en segundo, cuarto y quinto lugares fueron notables desde que salieron de chiqueros hasta que rodaron por el albero. Se fueron al caballo con alegría, mantuvieron una movilidad razonable y embistieron con  templanza en los diez o quince pases que permite el encaste.

Eduardo Dávila Miura cumplió con el primero, malo sin paliativos, justo de fuerzas y tirando cornadas al viento. El destino le tenía reservado uno bueno en cuarto lugar, de nombre Barbareto, enorme de hechuras, lidiado a la perfección por Javier Ambel, que encontró un torero capaz y sabio en su colocación. Solo ver citar al torero siempre en la distancia adecuada, con la muleta cogida por el centro del palillo, tirando muletazos al de Miura justificaba su decisión tildada por todos de locura. No fue una faena exquisita, este toro rara vez lo permite, fue la faena de un torero maduro que de nuevo nos quitó años de encima en algunos pases de pecho como los de su mejor tiempo torero. La muerte del toro de una estocada corta fue un homenaje a Benlliure.

El toro de Miura requiere un tiempo y una distancia. Manolo Escribano, un valiente toda la tarde, se enfrentó al magnífico Trapero con su variedad habitual. El llegado de la finca de La Campana se movió con bravura en los primeros tercios. Escribano toreó bien de capa y dejó sus pares de banderillas. Equivocó las distancias, en algunos momentos ahogó al toro, y ahí el de Miura dejó de acometer con la suavidad del comienzo. El triunfo del torero de Gerena llegó por la vía lógica, la de una lidia perfecta al quinto, otro toro que se arrancó de largo al caballo y que le permitió un tercio de banderillas de valor seco y rotundo. Desde los estatuarios del comienzo a la estocada, Escribano se colocó ahora en la distancia que el toro admitió para embestir por abajo. No quería nada por arriba. Lo enceló con el cuerpo y un ramillete de muletazos por ambos pitones fue desgranando en una labor de un mérito superior. Por encima de todo, firmeza y rotundidad en un torero que ahora explicó el arte de lidiar a uno de este hierro. Empujó la espada con el corazón y la espada cayó desprendida. Sevilla se rindió al de Gerena.

Esa Sevilla de la corrida de Miura, tan seria y experta, fue el reverso del espectáculo del sábado. De la bulla del día anterior, la plaza pasó a recobrar el prestigio ganado en tantas tardes. La corrida de Miura no admite florituras ni posturas bonitas ante el toro. Es para matadores hechos y derechos. De ahí el valor de lo que hizo Eduardo Dávila, nueve años sin enfundarle el traje de luces, para ponerse delante de estas reses de leyenda. Por eso la capacidad lidiadora de Manuel Escribano recibió un premio sin discusión porque todo fue realizado ante toros exigentes.

El tercer espada Iván Fandiño tropezó con los menos potables de la corrida. Gazapón y rebrincado el tercero; corto y listo el mentiroso sexto, que se fue de largo en varas y no embistió en la muleta del torero vasco, cuya mejor nota la logró con el capote. No tuvo toros pero tampoco quedó claro si Fandiño tiene experiencia en el arte de lidiar a los de Miura. Asó ocurrió en el sexto, un animal que aunque nos mintió porque cambió su ritmo al final, tampoco parecía que Iván tuviera recursos para plantarle cara. Así acabó la Feria. Miura lidió su corrida. Se pudo apreciar que tienen su lidia. Dávila justificó su locura. Escribano confirmó su poderío. Tienen ambos el secreto del arte de lidiar estos toros.

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