El celo de Álamo entre un mar de puntas
Zabala de la Serna
El Mundo, 22 mayo 2014
Vestirse de luces ayer en Madrid debía de costar un mundo y parte del otro. Veinticuatro horas después de una tarde dramática las imágenes revoloteaban por la memoria de todos. Y de los toreros también. Imaginen a El Cid, El Fandi y Juan del Álamo en el patio de cuadrillas con la mirada clavada en las banderas azotadas por el viento inmisericorde de Las Ventas a la espera de sonido de los clarines. Y el pensamiento puesto en los mensajes paliativos que las cuadrillas les habrían dicho sobre la cinqueña, astifinísima y descaradísima corrida cinqueña de Juan Pedro Domecq. Bufff. Aunque esto sea así, y la vida siga con sus cantos y risas, como la caravana de Jorge Sepúlveda, hay que darle mérito.
Ayer, las cabezas tan finamente armadas de los juampedros alucinaban a quienes aquellas encornaduras les parecían descomunales, fuera de lo común el bosque de velas. Un mar de puntas diamantinas que casi se transparentaban; las caras se abrían como si quisieran abrazar capotes y muletas en lugar de cogerlos. No sé. A veces se ha perdido la capacidad de admiración hacia lo extraordinario, y una corrida tan astifina es, de salida, extraordinaria, a años luz de lo ordinario. Había pitones como dagas hasta la misma cepa de su nacimiento. Y eso no se ve todos los días. Lo extraordinario de la corrida de Juan Pedro se quedó en eso, y ser movió en las antípodas del encastado y bravo sexteto de Parladé. El Cid que ha toreado las dos lo puede diferenciar perfectamente. Careció el hombre de suerte con un toro altón de justa fuerza que calamocheaba y se metía por dentro en la muleta. Y luego todo lo que apuntó en el capote el cuarto, tanto en el suyo por delantales como en el de El Alcalareño, se fundió en negro como la antigua televisión después de la carta de ajuste.
El Fandi jugó con todo a favor de un toro melocotón, bajo y recortado de inmensa testa. Apenas lo castigó en el caballo y en banderillas le concedió todas las ventajas en dos pares en la suerte de la moviola. Ahí se vino arriba el juampedro. Brindó como manda el protocolo a la Infanta Elena, que dio categoría a la Corrida de la Prensa en una barrera a lado de la presidenta de la APM, Carmen del Riego. En el inicio de rodillas perdió la muleta y en pie, el sentido de la medida en una faena muy larga en la que se juntaron el hambre con las ganas de comer, las noblonas intenciones del juampedro con la voluntad ramplona de Fandila. Aquello nunca terminó de coger ritmo ni continuidad, que fue el sino de la tarde: o llovía o salía el sol. Pero siempre soplaba el encanallado y frío viento. El crecimiento de la embestida no dio ese paso más.
Fandi desplegó entero su repertorio banderillero con las agujas del quinto: hasta cuatro pares. El mejor, uno al sesgo. Después, ya metidos en faena, el toro se frenó muchísimo apoyado en las manos. En ambos Fandila arreó estopa con la espada.
No falló tampoco a la hora de la muerte Juan del Álamo con la yerba en la boca y la ambición en los ojos. Suyo fue el otro toro de la corrida, un colorado sin excelencias pero con su transmisión que se tapó entero en su tren delantero, y no digamos en las velas. Del Álamo se puso muy pronto a torear con ese encaje que le caracteriza en una serie de redondos superior. Pero puede que las ganas de triunfar le empujaran a las prisas más que hacia el pulso, que en algunas tandas perdía. Y así le sucedió también con la mano izquierda: una serie extraordinaria, abrochada con una trincherilla muy torera, y otra que ni fú ni fá, cerrada con un afarolado. O sea, que la faena le fue fiel a la tarde de subidas y bajadas. Mas siempre con el celo que le empujó a agarrar una estocada y una oreja que, de haber existido aún la de Oro de la Prensa, se hubiera quedado en plata. Vale para puntuar y decir que en cinco tardes en Madrid ha cortado cinco orejas en 12 meses. Y que su actitud no admite ningún reparo ni con todo lo que soltó la cara, y qué cara, el último, saludado con una larga cambiada de rodillas.
Ficha del festejo
- Monumental de las Ventas. Miércoles, 21 de mayo de 2014. Corrida de la Prensa. Toros de Juan Pedro Domecq, cinqueños todos y muy armados, descaradísimos, diferentes hechuras; un 1º alto de cruz y de poca fuerza que calamocheó y se vino por dentro; el bajo, recortado y noblón 2º fue de menos a más sin terminar de romper; bueno un 3º con transmisión y largura; el astifinísimo 4º se desfondó; se apoyó en las manos el frenado 5º; no remontó un 6º sin clase y soltando la cara.
- El Cid, de tabaco y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).
- El Fandi, de nazareno y oro. Estocada algo pasada. Aviso (silencio). En el quinto, estocada y descabello (silencio).
- Juan del Álamo, de rosa pálido y oro. Estocada un punto delantera (oreja). En el sexto, estocada corta y caída (silencio).
- Presidió la Infanta Elena desde una barrera.