CTI

Club Taurino Italiano

Herido de mucha gravedad Manuel Escribano

 

Barquerito (COLPISA)

Alicante, 25 junio 2016

 

Cornada profunda y con aparatosa pérdida de sangre al salir prendido de una estocada. Corrida muy desigual de Adolfo Martín con dos toros excelentes, dos muy nobles pero apagados y otros dos muy impropios.

 

Alicante. 4ª de Hogueras. 9.000 almas. Veraniego. Dos horas y cuarenta minutos de función. La cornada de Escribano, en el triángulo de Scarpa, tenida por muy grave antes del parte médico.

Seis toros de Adolfo Martín.

Manuel Escribano, oreja tras un aviso y herido grave por el cuarto. Había sonado un aviso antes de la cogida. Oreja que blandió su tercero. Francisco José Palazón, silencio tras tres avisos y saludos. Paco Ureña, una oreja y silencio.

 

LA PRIMERA MITAD de la corrida de Adolfo Martín salió notable. Un segundo de particular buena nota, pero Palazón no terminó de acoplarse con él. Bravura en rama, no apta para toreros que apenas torean, que es el caso. Torero de excelente estilo Palazón. No bastó con eso. La idea de atacar con la espada en la suerte contraria fue muy desafortunada. El toro ya esperó tras un segundo pinchazo, acababa de sonar un primer aviso, y esperó todavía más después. Otros dos pinchazos, un segundo aviso, y diez intentos con el descabello con el toro atrincherado y sin descubrir. La casta: arreó en dos de las diez intentonas. Y cayó el tercer aviso. Costó mucho devolver al toro. Lo logró con un capotazo desde el callejón Paquito Cervantes, que había lidiado el toro con buena mano. Los bueyes de la plaza salieron a darse un paseo. También costó devolverlos.

El primero de corrida humilló como buen saltillo y en su estilo, y, a pesar de ser toro mirón, resultó apacible y pastueño. Lo particular de ese toro primero fue su manera de emplearse por arriba. Con el mismo son que por abajo. Raro en el toro de sangre Albaserrada. Se acopló con el toro Escribano en faena prolija, salpicada de paseos y pausas, de buen gobierno, la inteligencia de tandas cortas abrochadas con el cambiado o el de pecho. Temple caro. Un punto encimista el final de trabajo. Una estocada tendida. Resistió el toro, tumbado por los capotazos en rueda.

 

 

También salió bueno el tercero, frentudo, cabezón, playero, nada bonito. Toro bondadoso pero derrengado más que acalambrado. Sin golpe de riñón. Partido en dos mitades, arrastraba cuartos traseros. Embestidas dulzonas pero al paso. Tocó aguantar, por tanto. Aguantó Paco Ureña en faena paciente, meritoria, despaciosa. Una estocada.

Larga merienda. A las nueve menos veinte saltó el cuarto. Más de hora y media de función, luz trémula de atardecer. A porta gayola Escribano, pero no hizo por él el toro, que salió a galope vivo. Dos, tres largas cambiadas de rodillas en paralelo a tablas. Buen toreo a la verónica, de calidad. Tres pares de banderillas de engorrosos preparativos y una faena entorpecida por golpecitos de viento, marcada por las pausas y los cambios de terreno, distinguida por paisajes de ritmo lentísimo acoplado a la embestida igual de lenta del toro. Nobleza, fijeza, pero toro al cabo aplomado. Antes de pasar con la espada sonó un aviso.

Y al punto fue una cogida terrible de ver: en la suerte contraria el ataque de Escribano, que salió prendido por el bajo vientre y dejó al caer un terrorífico charco de sangre en la arena. Chorro de sangre cuando se lo llevaba a la enfermería en tránsito inmediato porque la cogida fue justo delante del portón de cuadrillas. La plaza quedó consternada. Tres jornadas de feria particularmente felices y, de pronto, la sombra de la tragedia.

Los dos últimos toros, cinqueños, de hechuras impropias, salieron de aquella manera: bravucón y pendenciero, artero y violento el quinto, y ahora Palazón cobró una estocada excelente tras faena muy apurada; y un sexto con aire moruchón que ni quedándose  en las zapatillas dio impresión de riesgo. Ureña lo mató de gran estocada.

 

 

Postdata para los intimos: Subida hasta la cruz santa del barrio de su nombre. Santa Cruz, donde vino al mundo Manzanares. Donde vio la luz. Qué luz y cuánta!  La de esta mañana, bajo sol de verano, todas las escaleras hasta San Roque flanqueando las casitas de dos plantas, puertas abiertas, mujeres de labor sentadas en la calle, macetas y tiestos floridos, agaves, retamas, bungavillas casi abrasadas. La mole inclemente del Benacantil con sus paredes verticales de ocre piedra donde anidan, revolotean y chillan gaviotas que suben del puerto con la presa en el pico.     

 

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