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Club Taurino Italiano

Hogueras en Alicante. A hombros El Juli y Talavante con matices… y genialidades de Morante

José Antonio Del Moral

23 junio 2015

www.detorosenlibertad.com

 

Calor de cocas y fantas. Casi lleno con los altos de sombra espulgados. En los tendidos se desplegó una pancarta quejándose por el cierre de la Escuela Taurina de la localidad. Estamos más que inmersos en tiempos de mucho peligro para la continuidad de la Fiesta.

En chiqueros, una corrida de justa y bella aunque desigual presentación de Daniel Ruíz Yagüe que es otra de las ganaderías preferidas por don Julián López. Qué digo preferidas… El Juli manda tanto en los toros como en algunas ganaderías y esta de ayer es una de ellas. No quiero decir con esto que a la hora del sorteo hubiera ocurrido lo mismo. No, por Dios… Pero, lo cierto y verdad, es que ayer le cayeron a don Julián dos toros de revolución, de los que yo llamo para cantarlos en latín.

Tuvieron ambos clase especial y una durabilidad cuasi eterna. A los dos los toreó con el capote El Juli tanto en los recibos como en quites de maravilla en variedad, fondo y formas sentidas, mecidas, bellísimas, vistosísimas… Me animaron tanto las verónicas, las chicuelinas, las cordobinas, las tafalleras, las medias, las revoleras, las serpentinas y las zapopinas o, perdón,  lopecinas que llegue a pensar o, mejor dicho, a asegurarme a mí mismo que El Juli iba a cuajarlos con la muleta como los ángeles celestiales más cercanos a la Divina Providencia. Pero la Providencia no quiso, lo que quiere decir que El Juli se hartó de darles pases y pases y pases con ambas manos en los que mis ilusiones despertadas se marchitaron.

La eminentísima vulgaridad interpretativa en las formas con la que viene toreando El Juli últimamente corrió pareja a su acreditadísimo mando. Más mando, imposible. No se puede mandar más… Lo que pasa es que cuando los toros sacan tanta clase como los de ayer que le cayeron a El Juli, es inevitable pensar en qué les hubieran hecho otros toreros. Mismamente, los dos que ayer hicieron el paseo con don Julián, vestido de nazareno y oro… A cada tanda, casi todas esforzadas, con el cuerpo y las manos crispadas, doblado por la cintura como solo El Juli es capaz de  doblarse, con la muleta arrastrada desde la A hasta la Z en clamorosa demostración de poderío y saliendo de cada tanda con ese gesto de lobo feroz que se relame tras zamparse un cordero de una sola tacada… Los arrimones de cierre en cada trasteo, dignos de su amigo Perera y con esto queda dicho casi todo… Mientras rugían al mismo compás los espectadores alicantinos, algunos pocos pensábamos en qué hubiera pasado con esto mismo en Sevilla y en Madrid…. A los dos toros los pinchó El Juli antes de meterles sendos espadazos de su particular cosecha, recetados al salto y cuarteando en el aire cual sensacional equilibrista. Oigan, que ni Pinito del Oro en el Price… Y una oreja con petición de la segunda en el quinto que sumaron dos para abrir la puerta grande. Que fue lo que pasó al final tras cortar una del sexto Alejandro Talavante que acompañó a su ilustre colega madrileño en doble apoteosis.

Con un lote bastante peor que el de don Julián, Talavante (de marino y oro) estuvo enorme. El incesante punteo por arriba al final de cada viaje del tercer toro, lo solucionó Alejandro a base de temple. Talavante está templando ya hasta las moscas en enrevesados vuelos. Señores, qué merito más grande. Primero lo hizo con su mano de oro, la izquierda, y luego con la derecha. Sin que faltaran los adornos que intercala en versión de su exclusiva cosecha. Lo mató de facilísima estocada y cortó su primer cartílago.

Cuando vimos las cosas que hizo el sexto al salir, todas arregladas a base de no dejarse enganchar nunca el percal, pocos creímos en lo que pasó después. Alejandro se fue a los medios y se hincó de rodillas con la muleta plegada en cartucho de pescao. Y como el toro no se le arrancaba, fue el torero extremeño quien se fue acercando a su enemigo hasta que, una vez conseguido, le pegó una arrucina solo que genuflexa. Nunca se lo vi hacer a nadie de tal guisa. Y a partir de tan arriesgado arranque, Alejando se invento una faena sui géneris, como las que prodiga últimamente cual prestidigitador a base de hallazgos e improvisaciones sorprendentes cuando las reses no se prestan al toreo formal. Fue faena digna de un mago con chistera. Otra facilísima estocada dio paso a la última oreja de la tarde. Viendo a Alejandro mientras la paseaba más contento que unas pascuas, no pude por menos que pensar en qué habría hecho con este mismo toro en sus primeros años de torero Guadiana. No le hubiera quitado ni las moscas. Talavante ya está colocado en un lugar de altísimo privilegio al adquirir una regularidad triunfal de péndulo de reloj. Pedazo de torero, pues, del que vamos a disfrutar durante los próximos años.

Señores, y allí también estuvo Morante de la Puebla (vestido de negro y azabache  imagino que para homenajear al fallecido Manzanares padre), que se fue de vacío con un lote muy desigual. Poco o nada salvo apuntar, solamente apuntar, unas verónicas de saludo al primer toro de la tarde que para Morante no tuvo más que rascar, cortando por lo sano el de La Puebla con el consiguiente enfado de la parroquia al verle tan desmotivado. En otras manos más duchas, algo hubiéramos visto por el lado izquierdo. Que si el viento, que si la polvareda… Total, que na de na… Pero ya se sabe que Morante casi nunca se acopla a los toros, son estos los que tienen que acoplarse a Morante. Y eso es mu difísil.

Pero la desmotivación de Morante con el primer toro quedó atrás cuando, en plena merienda, el sevillano se arrancó con la manguera de regar tras pedir al manguero que se la diera y se entretuvo en cubrir todo el ruedo con la bendita agua dejando a los espectadores felizmente estupefactos y a sus compañeros y cuadrillas partiéndose de risa entre barreras.

La motivación morantista continuó con el cuarto toro de la tarde que fue el más serio de la por lo demás bonita corrida. Morante lo saludó con el capote dando un farol de pie, siguiendo con tafalleras y serpentina con desarme y carrera hasta la barrera.  El toro, bravo, llegó con superior tranco a la muleta. Y Morante, tras dos pases por alto con la derecha, le cuajo una tanda por redondos sensacional. De las suyas. De esas que nos ponen a todos de acuerdo. Pero no sé por qué razones, lo que siguió fue un quiero y no puedo hasta que, bastante más que mediado el que ya estaba siendo deslucido y aburrido trasteo, Morante volvió a encontrarse a gusto y motivado, retomando la faena por donde la había empezado añadiendo intercalados detalles de su más particular cosecha. La gente, con renovado entusiasmo, ya estaba dispuesta a premiar a Morante con la oreja que todavía no había cortado. Pero la fastidió con un pinchazo previo a la estocada. Se la pidieron. Pero el palco se negó a concederla. No importó demasiado. La gente salió contentísima de la plaza pensando en que a media noche se quemarían sus hogueras. Felicidades a los juanes y a las juanas…

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