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Club Taurino Italiano

Juan Bautista saca sòlo una vuelta al ruedo de un lote de Puerta Grande

 

Paco Aguado - EFE

Madrid, 19 mayo

El diestro francés Juan Bautista obtuvo hoy en Las Ventas el pírrico premio de una vuelta al ruedo tras la muerte del quinto toro, segundo de un lote que, por bravura, clase y nobleza le ofreció en bandeja la posibilidad de un triunfo de puerta grande.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Alcurrucén, muy desiguales de volúmenes y cuajo, y también de juego dispar, con tres ejemplares destacados: el segundo, de brava clase, y los más que manejables y nobles tercero y quinto. El resto, problemáticos por su mansedumbre o genio.

Antonio Ferrera: estocada delantera (silencio); dos pinchazos y bajonazo (silencio tras aviso).

Juan Bautista: estocada caída y descabello (silencio); estocada desprendida (vuelta al ruedo tras petición).

El Capea: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y estocada desprendida (silencio).

Entre las cuadrillas destacó la brega de Joselito Rus.

La plaza se cubrió en dos tercios de su aforo, en tarde ventosa y fría, en el duodécimo festejo de la feria de San Isidro.

Ambos ejemplares de Alcurrucén ofrecieron al diestro de Arles una muy clara oportunidad de un triunfo rotundo en una plaza donde llegar a poder disfrutar de enemigos de tan óptimas condiciones se antoja casi como una utopía.
Pero, aunque no se aplacaran por completo sus perjudiciales efectos en las telas, ese frío viento no puede servir como excusa para justificar el desperdicio de bravura y clase que hizo el francés Juan Bautista con los dos toros de su lote.El viento, que sigue azotando y dificultando la lidia durante todo lo que va de feria, aconsejó hoy a los toreros un cambio de terrenos para desarrollar sus faenas de muleta, desde la sombra al tercio de los tendidos 5 y 6, al cabo los más resguardados de la plaza.

Y no es que Juan Bautista pegara con ellos un "petardo", como se dice en el argot a las tardes de fracaso patente, pues en ningún momento se le vio desbordado por un lote al que toreó con pulcritud y corrección.

Pero la entregada clase de su primero, que embistió siempre haciendo surcos con el hocico en la arena, pedía una actitud recíproca del torero francés, que, por contra, nunca se "rompió" con él sin llegar a pasar en ningún momento esa línea que marca la frontera del riesgo pero también del triunfo.

Eso fue lo que más o menos también le pasó con el quinto, un toro cinqueño que, después de mansear en los primeros tercios, se quedó como una seda para la muleta, con un comportamiento noble y fácil, sin exigir del torero más que acompañarle con compostura los viajes.

Esta vez, Juan Bautista le puso una pizquita de sal al soso guiso de una faena más vistosa que entregada y que, tras una estocada desprendida de rápido efecto, el presidente no quiso premiar a pesar de la generosa petición de oreja que motivó en los ateridos tendidos venteños.

La vuelta al ruedo que terminó dando Juan Bautista a la muerte de este toro refleja más que nada su falta de ambición con un lote del que debió cortar, al menos, tres orejas.

También fue noble y manejable el tercer toro de la corrida, muy suelto de carnes y de poco poder en los cuartos traseros, aunque llegó asimismo con una embestida dúctil al tercio de muerte.

El Capea le dio muchos pases con más ligereza que expresividad, entre las reprimendas del tendido, pero sin pasar de voluntarioso, igual que le sucedió con el más exigente sexto, con el que el salmantino no terminó de dar el paso adelante.

Las actuaciones de mayor mérito de la tarde, por mucho que parte del público no se lo llegara a valorar, fueron las de un maduro y magistral Antonio Ferrera ante sus dos toros, que fueron los más dificultosos de la corrida.

Fácil y poderoso con el capote, además de banderillearlos con sobriedad y ofreciéndoles todas las ventajas, Ferrera estuvo muy solvente y muy por encima de un primero incierto y con genio, al que acabó tapando todos los problemas, y con un cuarto manso declarado en varas y que nunca quiso emplearse en las telas.

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