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Club Taurino Italiano

La gloria en la mano y el milagro al acecho, pero el éxito se esfumó

Patricia Navarro

La Razon, 24 abril 2015

Manzanares y Galván perdieron los trofeos por la espada con una buena corrida de Núñez del Cuvillo

 

Maestranza de Sevilla. 12ª de abono. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, muy bien presentados. El 1º, noble y de poca transmisión; 2º, grandioso toro, noble, con clase, de larguísima embestida, repetidor... 3º, noble, repetidor y con movilidad; 4º, mansurrón, noble y repetidor en la muleta; 5º, gran toro, movilidad, entrega y transmisión; 6º, más complicado y menos entrega. Lleno en los tendidos.

- Francisco Rivera, de nazareno y oro, estocada trasera y caída (silencio); y estocada caída (silencio).

- José María Manzanares, de catafalco y azabache, media estocada, aviso, cinco descabellos (saludos); y tres pinchazos, aviso, estocada (vuelta al ruedo).

- David Galván, de verde botella y oro, pinchazo, estocada trasera, aviso (silencio); y pinchazo, aviso, media (vuelta).

- Parte médico de Juan García, cornada en el muslo derecho de 10cm. Pronóstico menos grave.

 

Es difícil imaginar un toro más rotundo de cualidades para el toreo que «Encumbrado». Ya estaba predestinado por el nombre. Otra cosa fue la realidad. Una ovación le acompañó en el arrastre. Migajas para lo que había ganado el toro en el ruedo. Son esas cosas que ocurren y que te devuelven la fe. Ahí estaba el Cuvillo en vivo y en directo. Manzanares le meció bien las manos en las verónicas de recibo aunque lo mejor fue una larga, tan toreada, y en la que el toro ya marcó ahí, justo ahí, que viajaría al más allá. Y al infierno si era necesario. Quitó por chicuelinas e intervino Galván también, pero el galope explosivo de un toro claro, noble, entregado y con una embestida un metro y medio más larga de lo habitual nos deleitó después. Era el toro para soñar el toreo, despertar la improvisación. El reto estaba en disfrutar esa joya de la corona que había caído en suerte. José María Manzanares envolvió la faena con un empaque innato y sin fisuras. Soberbio de veras fueron los cambios de mano, algunos en dos tiempos, infinitos, templado y tan lentos que cabía una vida entre el principio y el final. También algunos pases de pecho. Entre una cosa y otra, en la partitura de la faena se apuntó el temple y la ligazón impoluta, pero hay matices, la manera de citar, el ajuste en el encuentro, esos pequeños detalles en los que vive el toreo, que impiden que la gloria sea gloria aun en el infierno de esa espada que esta vez no entró. Y mira que es raro. Con el quinto, que fue toro importante también, «Rosito» de nombre para el recuerdo, que no quiso caballo pero sí muleta, sufrió una cogida al inicio que marcó lo que vino después. Antes Curro Javier expuso una barbaridad en un par muy a la espera el toro. Cuando hizo presa de Manzanares es verdad que le lanzó con violencia un metro para arriba, pero luego tuvo entrega en la muleta, repetición y profundidad en el viaje. Manzanares, repuesto de la cogida, se enfibró más en la siguiente tanda; perdió la armonía al natural y se encontró en la última, cosida a un pase de pecho monumental. En dos ocasiones intentó matar recibiendo, lo ha bordado otras tantas veces, ayer no.

El toro más complicado y sobre todo con menos entrega del buen encierro fue el sexto. Perdonó la vida a David Galván, a pesar de que la cogida fue espantosa. Tiró después de ese abismo el torero por el pundonor y aunque no hubo toreo como tal sí quiso en un arrimón, de péndulo más péndulo hasta conseguir conquistar al público sevillano. El tercero lo brindó al cielo, en el nombre del padre, y a continuación al hijo: José María Manzanares. El Cuvillo tuvo movilidad y prontitud pero dio la sensación de que toro y torero iban a ritmos distintos y se nos apegó la monotonía.

Rivera Ordóñez volvía a la Maestranza. Brindó a su mujer el cuarto, manso a rabiar, pero que tuvo toda la bondad del mundo y las ganas de embestir en la muleta. No hubo nada nuevo bajo el sol como tampoco con un primero, noble pero de escasa transmisión, que pasó por demás en el caballo.

Enhorabuena ganadero, con la de veces que les caen las culpas de las desgracias. Si los toros hablaran.

 

 

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