La Tauromaquia, patrimonio histórico y cultural de España
Andrés Amorós Madrid
ABC 19/11/2015
Al margen de que seamos o no aficionados a los toros, es indiscutible que la Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural de los españoles: en el mundo entero se la ve como una seña de identidad de la cultura española. Se ha declarado legalmente que la Tauromaquia (el conjunto de actividades artísticas y productivas, incluyendo la crianza y selección del toro de lidia, que confluyen en la corrida de toros moderna) es expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español, forma parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial.
La Fiesta posee todos los requisitos necesarios para ser incluida en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Gobierno se comprometió a proponerlo así a la Unesco, junto con los otros países taurinos: Francia, Portugal y varios de Hispanoamérica. Resulta evidente que una hipóteticaprohibición de las corridas supondría la desaparición del toro bravocomo especie; según el veterinario Sáez Egaña, «la única aportación original de España a la zootecnia universal». Sin Tauromaquia, el toro no moriría en las Plazas porque, pura y simplemente, no tendría la oportunidad de nacer.
Además, la cría del toro bravo permite que subsista la dehesa, como espacio natural protegido para el mantenimiento de la biodiversidad, la prevención de la desertización y la conservación de la flora y fauna autóctonas. A estos indiscutibles valores ecológicos se unen los económicos. La Tauromaquia es una actividad profesional legítima; da de comer a muchas familias; aporta mucho dinero a las arcas públicas, en concepto de IVA y por el canon de explotación de las Plazas de titularidad pública. En contra de lo que algunos pretenden, la Tauromaquia no recibe subvención directa alguna (en contraste con lo que sucede con el cine, el teatro, la música, la danza o el circo, por ejemplo).
A pesar de los ataques que recibe, la Fiesta es el segundo espectáculo de masas, en España: constituye un elemento turístico fundamental, que genera muchos millones de euros. Sería suicida desmantelar un sector económico tan importante. Y, por supuesto, resulta esencial mantener la libertad de empresa y la unidad de mercado.
A los valores ecológicos y económicos hay que unir los innegables valores culturales de la Tauromaquia, si entendemos la cultura como «el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo». Así la define el activista antitaurino José Enrique Zaldívar y su conclusión es esta: «Podemos decir que sí, que la Tauromaquia ha formado parte de la cultura de algunos pueblos del mundo y, sin duda, de la de España». La pluralidad de sus valores culturales es evidente. El toro bravo es un elemento esencial en las fiestas de muchos pueblos.
La Tauromaquia va unida a nuestra historia; no tiene ideología, es del pueblo; impregna el lenguaje cotidiano de todos los españoles, sean o no aficionados. Como cualquier arte, implica una adhesión libre; tiene un origen (español, en este caso) pero posee una proyección universal. Ha inspirado a creadores de todos los sectores artísticos, todas las épocas y tendencias estéticas. El toro bravo es un símbolo de España: «la piel de toro», «el ruedo ibérico». El torero es un héroe popular, encarna unos valores. La Tauromaquia supone una ética.
Según la Ley de Patrimonio Histórico, este trasciende el ámbito de competencias de una Comunidad determinada: es competencia del Estado garantizar su conservación y promoción, así como tutelar el derecho de los españoles a su conocimiento, acceso y libre ejercicio. Esto es perfectamente aplicable a la Fiesta. Las conclusiones son claras: sin la Tauromaquia, sufriríamos una triple pérdida: ecológica, económica y cultural. Hay que evitar el dirigismo, mantener un ámbito de libertad: no se debe imponer pero tampoco prohibir; sí, proteger y fomentar. En cualquier lugar de España, todos los que lo deseen tienen derecho a acceder y disfrutar de este patrimonio nuestro.