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Club Taurino Italiano

Los que odian lo presente (o los detractores del toreo)

 

José Morente - La Razòn Incorporea

http://larazonincorporea.blogspot.com

23/2/2016

 

"Los aficionados viejos siembran de multitud de obstáculos el camino de la fiesta; y esos obstáculos son las intransigencias, que, generalmente, los distingue de todos.

Y al que se opone al desarrollo natural de un arte (aunque este arte sea el de la lidia), debe combatírsele, como se combate a un furibundo detractor. Dicen que el toreo es arte; pero al mismo tiempo con sus intransigencias, con sus inmutables doctrinas; con sus capciosos credos, acaban por negar lo que antes afirmaban sentenciosos (...)

Y no pretendan ustedes sacarles de un error o de una mala interpretación. Antes lograrán ustedes sacarles de sus casillas ¡y entonces!...

¡Cualquiera se atreve a decir, delante de uno de esos viejos, que no hay razón para que el acto de adelantar el pie contrario en los pases de muleta se considere una heroicidad, siendo, por el contrario, una ventajilla del torero!...

Para ellos no hay más arte que lo que el Curro, el Chiclanero, Pepete o Guillén dejaron sentado; el arte no debe admitir modificaciones, ni mixtificaciones, ni novedades necesarias por el gusto de la época o de las circunstancias especiales en que nos movemos; el arte debe ser siempre el mismo, único, invariable...

Que quieran o no quieran; que se desesperen o no, lo cierto es que todo lo existente cambia, y que lo que es capaz de progreso; ni puede detenerse ni puede retroceder a lo que fue en otros tiempos. Tal pretensión sería pueril.

Si la fiesta de los toros se dejase llevar de las direcciones o influencias de estos señores (lo que felizmente no sucederá), caminaría en un sensible y rápido descenso. El arte es arte, precisamente porque vive de la libertad, de la independencia, que necesita para vivir; porque no puede subsistir encerrado en viejos moldes, en círculos pequeños dentro de los que es posible moverse con desembarazo (Hache, Doctrinal Taurómaco)

Nosotros respetaríamos al verdadero amante de lo viejo, si existiera; pero los que conocemos constituyen un caso morboso; son enemigos del arte, de toda innovación. Y ese culto que rinden los aficionados amantes de lo viejo, es rancio, es negativo, , está cubierto de telarañas y carcomido por la polilla. Ese culto niega la libertad, de la que nacen los contrastes, las riquezas de líneas, los movimientos, lo pintoresco, aquello que emula al artista y que le hace apropiarse de lo que cree bueno.

En una palabra, los aficionados viejos son enemigos, son detractores del arte porque son excépticos (sic) y porque lo quieren someter a media docena de reglas, y acabarán con él, si no hubiera quien pensase que el arte puede tener infinitas formas y soluciones. Son inquisidores (...)

Los que van contra él, son los geómetras del toreo, los que quieren hacer de la lidia, un arte invariable, fijo, aherrojado con cuatro o cinco nociones que constituyen un sencillo abuso; y los que no progresan; los que aman lo caduco, no por su natural belleza, no por su valor intrínseco, sino los que lo aman, o dicen que lo aman, sólo por odiar lo presente.

Los que a todo ponen peros y con nada están conformes..."

Victorio de Anasagasti "El Doctor Anás", El secreto de Belmonte

(1ª ed., Madrid: 1915. Páginas 14-21)

Foto de portada: Juan Belmonte dando un pase de pecho. 1915

 

La búsqueda de nuevos caminos puede pasar, en ocasiones, por forzar las formas para aumentar el mando en detrimento de la estética. No siempre, ni necesariamente, el arte más puro va unido a la bellezaBueno y bonito son conceptos que no necesariamente tienen que  ser coincidentes.
La figura"feísta" de Juan Belmonte (tensa, rota, crispada, encajada; no erguida, ni vertical, ni natural, ni relajada) fue objeto de duras críticas por parte de los aficionados puristas y clasicistas de su época (le llegaron a llamar "galápago"). Sin embargo, la estética que él inauguró, incomprendida en su tiempo, fue fuente de inspiración de grandes artistas y creó escuelaen el toreo (Fotografía de una escultura de Belmonte, obra de Sebastián Miranda, publicada en Toros y Toreros en marzo de 1916).
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