San Sebastian: Vivas a Ponce, oles al Rey
Zabala de la Serna
El Mundo, 14 agosto 2015
El maestro de Chiva vuelve a triunfar como en el 98 y corta una oreja del mejor toro de la pareja corrida de Torrestrella; López Simón se deja con la espada otra tarde de valor e impacto; Manzanares volteado por dos veces por un peligroso torrestrella
La lluvia descargó en tromba. Quedaba una hora para que los clarines volviesen a sonar en Illumbe. Un antitaurino subía feliz con su pancarta provocadora entre los aficionados por la cuesta del estadio de Anoeta. Y se fue a la puerta de taquillas como quien se va a portagayola. La machada se encaminaba a dar una arenga a los medios, siempre prestos a poner altavoz al raro antes que al cuerdo. La manifa de cien que se habían concentrado mezclaba la demagogia animalista, la independentista, la antimonárquica, la antiespañola en definitiva. El Rey emérito les dio uno al quiebro con la ruta. Y con la Infanta Elena, Victoria Federica y Felipe Froilán, entró por la puerta de quién sabe dónde. San Sebastián siempre fue ciudad de la realeza.
La ovación al paseíllo atronó la cúpula cerrada a cal y canto. Los tres matadores saludaron otra montera en mano: Ponce, Manzanares y López Simón brindaban a los 8.000 espectadores castigados dos años sin toros por capricho de los bildutarras; 8.000 personas en el interior contra una centena en el exterior.
Enrique Ponce se volvió a encargar, como en aquella tarde del 11 de agosto del 98, cuando nos las prometíamos tan felices en San Sebastián, de inaugurar las estadísticas. Una oreja de un toro de Álvaro Domecq, un buen torrestrella que saltó como cuarto a la arena en son de paz. Guerrillera hasta entonces se había movido la corrida de Los Alburejos. El primero de Ponce mismamente, que pasó de requerir mimos a remontarse. Y de la caricia del maestro de Chiva hubo de pasar al azote y el toque fuerte para fijar su cara suelta, su embetida descompuesta. Una manera de apretar la ciencia de tan superdotada cabeza.
Mas el castaño 'Cumplidor' le dio más cuerda a su leyenda. Las dobladas de principio de faena derrocharon la luz de la estética flexible; la majestad del cambio de mano genuflexo destapó la profundidad. Los oles volvían a Donosti. EP le puso ritmo creciente a la estructura de la obra, a la derecha sabia en alturas, al redondo terso y a la desembocadura de los kilométricos pases de pecho. La zurda jugó los vuelos en la única ronda y los abductores conjugaron la elasticidad de la poncina que oscila y se mece. ¡Ay, lo que gusta la poncina! Los tendidos entregados como el toro, y la estocada oportuna pero pelín suelta e ineficaz. El verduguillo dejó la recompensa en un trofeo, que ante Don Juan Carlos paseó con orgullo, con el mismo que le ofrendó el toro del regreso. Oles al Rey, vivas a Ponce.
Más peligro que las prendas de fuera de la plaza traía un tal 'Barbacana', un torrestrella que desarrolló guasa descarada. Tal vez sorda en principio con su prontitud y su velocidad en la acometida. José María Manzanares voló y cayó por dos veces sobre la misma mano: por el pitón derecho el toro funcionaba con un sónar depredador. El peligro encontró su ruta por la ventana abierta entre el cuerpo de Manzanares y la muleta retrasada. Como un rayo penetró el arreón. Retumbó el cuerpo contra la arena, indemne en la incorporación. JMM no volvió la cara y todavía se escapó de un tiro más, en mitad del viaje, vaciando por arriba, como siempre. Cazó una estocada tan inmaculada como las verónicas del saludo, pero incomprensiblemente la petición o no cuajó o el palco la obvió.
Ya la faena al quinto no dio más que para comprobar que Manzanares en plazas cubiertas adquiere voz de tenor, voz amplificada, voz del Orfeón Donostiarra. El torrestrella, nada del otro mundo, vulgarzote, yo creo que pegaba algún respingo, como el último de la fila, ante la llamada de la selva.
Las zapatillas de López Simón, sustituto del malherido Rivera Ordóñez, dejaron huella por donde pisaron. Tanto se atalona que se hunde en el ruedo. Como en la obertura de faena por alto. Clavó su figura enhiesta, inamovible ni cuando el toro se quedaba cruzado en las corvas. La plaza estalló al son del cambio de mano y un pase de pecho de pitón a rabo. El toro se movía en su amable apariencia. Embestir es otra cosa. Pero cuando hay un tío que se pasa aquello por los muslos la peña se fija menos en la humillación o no de la bestia. Ligó Simón tandas con verticalidad de chopo, vértigo de escalada. Presentó la izquierda al torrestrella prontamente desentendido. Todavía en los medios -quizá la faena debió de ser allí entera, alejada de querencias- LS arrancó la pasión y la atención. Una espaldina y a matar porque directamente el toro se moría encogido. Media estocada tendida y precipitada y, como suele suceder, el toro ya no se echaba. Adiós al premio con el descabello, la absurda suerte de los matarifes en los mataderos que los antis obvian.
Otra oreja había tenido López Simón en la mano con el sexto, fácil y de final rajado. La quietud, la ligazón de nuevo, la frescura, el desparpajo que conecta con la afición. Aun estando en el camino, técnicamente hay trabajo, engranajes por pulir, cintura por afinar, un deje anterior a la evolución de Talavante. Y sobre todo espada y carretón. Hay maneras de pinchar. La ovación de despedida se la entregaron en cuerpo y alma a Simón. Supo a gloria.
Volvieron los toros a San Sebastián con un viento de victoria, nada fácil tras el parón.
Ficha del festejo
- Plaza de toros de Illumbe. Jueves, 13 de agosto de 2015. Primera de feria. Unas 8.000 personas. Toros de Torrestrella, bien presentados, en tipo, parejos; noble y bueno el 4º; simplón y vulgarzote el 5º; se remontó el 1º con encastado fondo; se movió mucho el 2º, con guasa a derecha; rajadito el 3º; fácil y final aquerenciado el 6º.
- Enrique Ponce, de azul pavo y oro. Estocada atravesada que escupe y estocada atravesada (saludos). En el cuarto, estocada algo atravesada y dos descabellos. Aviso (oreja).
- José María Manzanares, de negro y azabache. Estocada (petición y saludos). En el quinto, media estocada (silencio).
- López Simón, azul marino y oro. Media estocada tendida y varios descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, dos pinchazos, estocada atravesada y dos descabellos. Aviso (saludos y gran ovación de despedida).
- Presidió la corrida el Rey emérito acompañado de la Infanta Elena.