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Club Taurino Italiano

Sebastián Castella, pletórico, dueño y señor de la tarde

Vicente Sobrino (El Pais)

Valencia, 15 marzo 2015

Al noble quinto toro, de Núñez del Cuvillo, se le dio la vuelta en el arrastre

 

Toros de Núñez del Cuvillo, el tercero lidiado como sobrero. Justos de presentación y desiguales de juego. Destacó el noble y pastueño quinto, al que se le dio la vuelta al ruedo en el arrastre. El lote de Román, el más deslucido.

El Fandi. Estocada trasera (silencio); entera trasera y caída –aviso- (oreja).

Sebastián Castella. Pinchazo, saliendo desarmado y perseguido, y entera trasera (oreja); entera pasada –aviso- (dos orejas).

Román. Dos pinchazos y entera trasera (silencio); pinchazo, entera perdiendo muleta y tres descabellos (silencio).

Plaza de Valencia, 15 de marzo. 3ª de Fallas. Tres cuartos. Román fue asistido de un corte en el dedo corazón de la mano izquierda, que no le impidió continuar la lidia.

 

Llegado el quinto, la tarde despertó de una cierta monotonía y se puso interesante por una sola vez. No hay quinto malo, dice el refrán taurino. Confirmó la regla “Juncoso”, un colorado de buena pinta, sin exageraciones, y de buen dibujo, como toda la corrida de Núñez del Cuvillo que estuvo en el límite de presentación. Ese quinto se arrancó como una exhalación al caballo, sin estar puesto en suerte, y romaneó bajo el peto como lo hacen los toros bravos. Tanto empujó, que acabó echando por tierra a caballo y picador. Repitió carrera en el segundo envite, al relance, también sin estar puesto como exige la norma. Esta vez fue visto y no visto, porque lo sacaron del caballo para no malgastar fuerzas. Entre vara y vara, un quite por chicuelinas de Castella de vertical y quieta planta. Con el toro bien procesado en la mente de Castella, la faena comenzó con tres pases cambiados por la espalda, uno del desprecio y el de pecho tirando por delante toda la proa del toro. Buen inicio; fulgurante. A partir de ahí, la faena fue la de un Castella pletórico, que toreó a placer. Hubo de todo en esa faena, y casi todo bien administrado. Noble el toro, pastueño en su embestida, dócil, obediente, todos los ingredientes para que el torero encontrara la horma a sus deseos e intenciones.

Faena ordenada, sin altibajos. Comunión total entre “Juncoso” y Castella, que templó por los dos pitones. Salpicada esa labor con golpes de inspiración, como un pase de las flores, cosido a continuación con una serie en redondo, muy redonda ella –la serie. Luego, otras dos al natural, enroscado el toro; para terminar, los circulares de rigor que anunciaban el fin del capítulo y la fiesta. A placer, Castella. Del tendido salieron voces de protesta, cuando Castella se dispuso a cuadrar al toro, que pedían el indulto. No era para tal. Muy buen toro por su bondad infinita, pero no para el perdón. Lo vio claro Castella que, sensato, cuadró y tumbó al de Cuvillo de una entera algo trasera. De la presidencia asomaron los dos pañuelos blancos a la vez, y un tercero, el azul, que rendía honores a la memoria del buen toro. Después de lo de El Fandi en el toro anterior, lo de Castella supo a gloria. Y es que casi era gloria. Un buen Castella ha pasado por Fallas.

Ya en el segundo de turno, Castella se impuso firme. En este segundo, con viaje pero escaso de clase, el torero francés comenzó por estatuarios. La faena, trabajada muletazo a muletazo, paso a paso, fue posiblemente más de lo que el toro merecía. No hubo tanta armonía, pero la seguridad de Castella siempre fue valor añadido. El toro intentó resistirse en algún trance, pero Castella, con ideas muy claras, no se dejó sorprender. El toreo de cercanías final, junto a un circular invertido sacado a golpe de insistencia, fue la propina de una labor con pocos resquicios. Sobria pero compacta.

De Castella a Fandi y Román, un punto y aparte. Fandi echó por la calle del populismo, viniera o no a cuento. Su primero, sin fuste y muy gastado en los dos primeros tercios, casi se le murió en las manos. No hubo toro; no hubo toreo. En el cuarto, toro de paso tan noble como cansino, le costó a Fandi centrarse. La faena no tuvo norte o la brújula del torero se volvió loca, que tiró mano de toda la galería posible para hacerse con la gente. En medio de un desorden casi caótico, hubo molinetes de pie, de rodillas, intentos en redondo, un rodillazo, un circular, un desplante… Todo cupo por el mismo precio. A todo cien, el premio de esa faena. En ambos toros banderilleó Fandi con toda la variedad de suertes y buena colocación de los palos.

Al primer toro de Castella, segundo de la tarde, le hizo Román un ajustado quite por gaoneras. Tan buen momento no tuvo luego continuidad. El sobrero que saltó en sustitución del inválido titular, de hechuras muy diferentes a los que entraron en el sorteo, no fue fácil ni difícil, pero sí tuvo su aquel. Román, sin permiso previo del toro, le dio de entrada dos arrucinas tan ajustadas que hicieron saltar chispas del terno verde botella. Comienzo tan vibrante abrió la puerta de la esperanza, pero no hubo continuidad. La faena fue un salto de mata; una combinación de muletazos a someter, unos salían limpios y otros, enganchados, ensuciaban la cuestión. El toro, con un derrote seco y por alto en el remate de cada muletazo, se adueñó de la situación y no dejó que Román se centrara. Lo mejor, una primera serie con la izquierda bien llevado el toro y una nota de cierta emoción en todo. Con el toro dispuesto en su defensa y cada vez más vencido por el lado izquierdo, el valenciano enfrió el tema con la espada.

El sexto embistió a cabezazos y algo rebrincado. Le comió la moral a Román, que no pudo acoplarse y sorteó algún derrote del toro que llevaba siniestras intenciones. Voluntarioso pero sin las ideas claras, Román pareció incluso perder el ánimo.

 

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