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Club Taurino Italiano

Temple, aguante y lección de Talavante

Gastón Ramírez Cuevas
9 noviembre 2014

Tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México
Temple, aguante y lección de Talavante

Toros: Siete de Marrón. Un compendio de sosería, mansedumbre y debilidad. El cuarto fue protestado desde que salió, era un pobre bicho anovillado. Los otros no desmerecieron, salieron sin cara, casta ni fuerza. Macías regaló a un séptimo del mismo hierro. Uno de Campo Real, que hizo octavo. Ese animal fue noble y aguantador, Talavante le cortó dos orejas que a la mayoría del público le parecieron benévolas.
Toreros: Arturo Macías, a su primero le mató de entera trasera, para escuchar un aviso y salir al tercio con el fervor popular de su parte. Al cuarto le pegó varios pinchazos y fue pitado. Regaló uno y ahí mató de entera trasera: silencio.
Alejandro Talavante, al segundo le despachó de varios pinchazos y entera baja y trasera: silencio. Al quinto le pinchó y descabelló a placer: silencio. En el de regalo tuvo a bien matar en el rincón después de un pinchazo en lo alto. Cortó dos orejas que la gente protestó, querían sólo una.
Arturo Saldívar, al tercero de la tarde se lo quitó de enfrente con un pinchazo, una entera defectuosa y tres golpes de verduguillo: aviso y silencio. En el sexto de la lidia ordinaria oyó un aviso después de una casi entera caída: dos orejas que nadie pidió. Lo mismo, el respetable quería un trofeo, sólo uno.

¿Qué recordamos de la tarde de hoy? Mire, los excelentes lances de Macías a su primero: chicuelinas modernas, saltilleras, brionesa y revolera. No sabremos jamás cómo aprobaron al cuarto, un adefesio que no sale ni en las plazas de carrizos del Sureste. Arturo Macías no está mal, tampoco muy bien, y menos con el ganado que le echan. Este muchacho vale mucho más, pero no con rumiantes que no admitiría nadie, ni en una becerrada de pueblo.
Luego hubo una gran faena de Saldívar a su segundo, pletórica de buen toreo a un manso. El de Aguascalientes se gustó en muletazos completos y templados por ambos pitones. La concurrencia le coreó todo, pues se notaban la entrega y el buen hacer. Las dos orejas que le concedieron no hacen más que evidenciar la triste categoría del juez y de la pobre plaza.
Talavante está en torero caro. Un día podrá exigir toros bravos y con presencia en este país. Mientras, se entretiene en templar y mandar con una quietud espartana a sus supuestos enemigos. Admito que no me gustan los toros de regalo, pero el de Campo Real, corrido en octavo lugar, fue un manso noble y repetidor, con el cual el torero extremeño se regodeó toreando con mucha clase.
Inició su trasteo muleteril con pases de rodillas largos y sabrosos. Después vinieron muletazos de todas las marcas, incluyendo arrucinas de quitarse el sombrero y naturales que todavía no han terminado. Era un placer ver a Talavante componer la figura, torear de verdad y adelantar la pata buena. Abrochó el trasteo con joselillinas de siete suelas, aplicándose ungüento de toro. Dada la dadivosidad de usía, si no pincha, le corta las cuatro patas al bicho.
En suma, Marrón siguió firme en su línea de mandar toros mansos y despreciables. Todos los de luces se esforzaron, pero sólo uno pudo sentir el toreo y transmitir de verdad: Alejandro Talavante. Yo se lo agradezco.

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