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Club Taurino Italiano

Álamo, el torero de la oreja en tarde de elefantes

 

El salmantino cortó un trofeo al único toro bueno de nombre «Holandero» en la tradicional Corrida de la Prensa
 

Patricia Navarro

La Razòn 

17 Mayo 2016

 

 

Las Ventas (Madrid). Corrida de la Prensa. Se lidiaron toros de Pedraza de Yeltes, muy desiguales de presentación. 1º, 2º y 6º, descastados y deslucidos; 3º, noble y repetidor; 4º, tan noble como soso; 5º, sosote y sin entrega; Tres cuartos de entrada. .

Manuel Escribano, de azul pavo y oro, buena estocada (silencio); pinchazo, estocada baja, dos descabellos (silencio).

Juan del Álamo, de azul marino y oro, estocada baja (oreja); estocada punto caída (silencio).

Juan Leal, que confirma alternativa, de grana y oro, dos pinchazos, estocada, aviso (silencio); pinchazo, estocada (saludos).

 

En la corrida de Pedraza de Yeltes cupo de todo. Una gran mayoría de animales altos, largos, larguísimos, infinitos y acaballados y uno, tercero, el más terciado, y el único que mantuvo ciertas hechuras en pro de embestir. Y cumplió con la palabra bendita. Ni un toro más hizo el menor esfuerzo para disputar a «Holandero», que así se llamaba el toro, los honores. Todos se los llevó el tercero con esa embestida templada, humillada y de muy buen son. Dichosas las manos en tarde destinada a la frustración.

 

Bien lo sabe Juan Leal, que vino a Madrid a confirmar la alternativa, y lo único que pudo confirmar es que tiene el suficiente valor para plantar cara a un mulo con hechuras de elefante dos pasos más allá de donde lo hace la mayoría. Eso fue en el sexto. Ya al final, cuando nos carcomía entre la desidia y el aburrimiento. Y eso que era la Corrida de la Prensa.

Por primera vez, y no me alcanza la memoria a recordar desde cuándo, sin Rey que la presida, sin nadie de la Casa Real, vaya, y con una pobre entrada en los tendidos. Si te pones a pensar, cuando las cosas no se cuidan, se deterioran. Pasa en todo. De ahí que el festejo se celebrara con cierta sensación, indeseable, de decadencia. Serán los tiempos. No cayó en la desidia Juan Leal y se apretó los pitones hacia el cuerpo como si fueran de mentira. No cabía más verdad ni otro camino para demostrar lo que tenía. Al entrar a matar al toro que cerraba plaza se llevó un pitonazo en la barriga y el respeto de la gente. Escasa gloria le había dado el primero, tan descastado como soso. Insulso. Una pesadez.

 

«Holandero», el niño bonito de la tarde, fue el toro más terciado, más bajo y que respondió en la muleta con generosidad. Juan del Álamo lo toreó a placer por momentos. Muy asentado, ligado y templado por la diestra. Pitón cumbre del toro, aunque ya al final firmó una tanda de naturales muy arrebatado que tuvo su punto. Estuvo bien con «Holandero» y, a pesar de que la estocada cayó abajo, cortó una oreja, pero no tan bien como para salir del pelotón, fuera de lo común. Cortó un trofeo.

La Puerta Grande a medio abrir con un toro más en toriles. Enorme la estructura del quinto para albergar esos 630 kilos. Pura fachada.

De sosería supo Manuel Escribano en su lote. A portagayola se fue en los dos. Y el cuarto tal cual lo vio ahí postrado tomó el camino de vuelta a toriles. Lo que vino después, la faena de muleta, bien con el descastado y soso segundo o con el noble y sin transmisión cuarto, no sumó. Palabras en blanco para la tradicional Corrida de la Prensa. Y seguiremos así, navegando a contracorriente, mientras nos dejen.

 

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