Eterno Espartaco
CARLOS CRIVELL.- 18 octubre 2014
La V Pinzoniana de Palos fue un acontecimiento marcado por Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ con entrega, técnica y temple en cinco toros - uno de regalo – con los que anduvo como si estuviera empezando. Andrés Romero anduvo vibrante.
Plaza de toros de Palos de la Frontera, 18 de octubre de 2014. V corrida Pinzoniana. Casi lleno. En lidia ordinaria, toros de Núñez del Cuvillo (1º), chico y de poco juego; dos de Juan Pedro Domecq, bien presentados y de buen juego, sobre todo el excelente segundo, bravo y noble; uno de Albarreal (6º), complicado. Dos toros para rejones de Luis Albarrán (2º y 5º), de buen juego. El sobrero de Albarreal, bueno, Espartaco y Andrés Romero salieron a hombros.
Andrés Romero, saludos y dos orejas.
Espartaco, de azul marino, tres pinchazos y estocada (palmas). En el tercero, pinchazo y media estocada (dos orejas). En el cuarto, estocada atravesada y descabello (dos orejas). En el sexto, tres pinchazos, media estocada y descabello (Palmas). En el sobrero, estocada (dos orejas y rabo).
La corrida Pinzoniana es todo un evento en Palos. Este año, porque así lo quiso el mal tiempo de la pasada semana, fue una corrida con sabor añejo de verdad, tanto por el cuidado que ponen los palermos como porque era la ocasión para que Espartaco lidiara en solitario cuatro toros en compañía del rejoneador Andrés Romero. La ciudad vive su día de toros con entusiasmo. Se visten de marineros el alcalde, los músicos, los areneros y muchos espectadores. La cuna del descubrimiento revive su historia vital en los viajes colombinos con la fiesta de los toros.
Y estaba Espartaco. Se puso al mundo por montera y lidió cuatro toros para conmemorar sus treinta y cinco años de alternativa. En la plaza había un ambiente preñado de nostalgia y recuerdos. Algunos compañeros estaban allí para ver de nuevo al ídolo de los años noventa, al torero que marcó un tiempo con su temple y su poderío. Espartaco salió como un niño que debuta, con su sonrisa en la cara y una muleta atemperada para marcar los caminos de los toros.
Lidió con suficiencia al de Núñez del Cuvillo, poco toro y de mal juego. Su decisión tropezó con un astado que no le ayudó nunca. Espartaco acabó toreando al torillo con su prodigiosa muleta. No hubo premio porque con la espada se atascó. Fue en la suerte suprema donde el paso del tiempo le pasó la factura.
El primero de Juan Pedro, bien presentado, bravo y noble, nos rejuveneció treinta años. Buen toro y un torero asentado, de una templanza extrema, todo muy suave. Algunos derechazos nos volvieron a recordar a aquel torero que ya en su etapa de consolidación, lejos de las prisas, sabía torear con un gusto desconocido. Fue una faena completa por ambos pitones con todos los argumentos del eterno Espartaco.
El cuarto, un jabonero de Juan Pedro, necesitaba un torero con mucho sitio y de gran dominio en la muleta, sobre todo por un incierto pitón izquierdo que a veces se quedaba corto. Después de templar con la diestra se propuso alargar su viaje por la zurda y el milagro surgió. La muleta le enseñó el camino al de Juan Pedro. Espartaco volvía por sus fueros. El toro acabó con un viaje largo por donde no quería embestir.
Al sexto lo saludó con una larga cambiada. Con cincuenta y dos años cumplidos, como si fuera un chaval. El de Albarreal no se lo puso fácil. Con su molesto cabeceo no tenía un viaje largo. Juan Antonio lo enceló con la derecha para robar pases insospechados. La espada fue nuevamente el punto negro de la tarde.
No estaba contento y echó el sobrero de Albarreal. El toro fue suave y Espartaco toreó relajado con la izquierda y la derecha. Estaba a gusto el torero. Dibujó naturales enormes por la limpieza y la compostura. A esas alturas, con cinco toros lidiados, Espartaco estaba como al principio, pero ahora esculpiendo naturales para el recuerdo.
La corrida se completó con la actuación del joven rejoneador Andrés Romero. Los toros de Albarrán, mejores de juego que de presencia, fueron una buena piedra de toque para comprobar que el rejoneador de Escacena del Campo domina la escena, sobre todo cuando monta a Cheke o al espectacular Guajiro, con el que armó un verdadero lío en el quinto a base de clavar con precisión y de realizar distintas suertes a cual más llamativas. Sus paisanos vibraron con su caballero que anda en esa línea de progresión que ya se adivinaba en sus comienzos. Salió a hombros porque el público se lo propuso. El fallo en la suerte de matar le perjudicó en esta pinzoniana.
La corrida Pinzoniana toma cuerpo año a año. Que nadie se engañe. Es una corrida de plaza de tercera y de ambiente muy festivo. Este pueblo marinero, cuna del descubrimiento, tiene el buen gusto de celebrar corridas de toros para recordarlo. Lo viven con pasión y a lo que se hace con esa entrega solo nos queda a los demás mostrar nuestra admiración. Este año, como dato fundamental, la llegada de Espartaco ha sido como un baño de recuerdos.
Quien tuvo, retuvo. Fue el eterno Espartaco.