Gran corrida de Alcurrucén y a hombros Juan del Álamo pese a los dislates presidenciales
José Antonio Del Moral
9 junio 2017
El tal Trinidad López se negó cerrilmente a darle la segunda oreja tras una labor irreprochable de principio a fin frente al sensacional tercer toro y le dio una del sexto por puro aturdimiento porque esta vez la actuación del salmantino, siendo muy meritoria, no mereció el despojo. No obstante, la petición de los trofeos fue tan mayoritaria como clamorosa. Al magnífico tercero, cupo añadir el no menos extraordinario cuarto con el que El Cid nos ofreció su “canto del cisne” sin acertar a espadas tras andar aturdido frente al burel que abrió la tarde. Chocó que el mexicano Joselito Adame anduviera tan desnortado e incapaz de repetir el triunfo de su primera actuación en la feria.
Madrid. Plaza de Las Ventas. Jueves 8 de junio de 2017. Vigésimo novena de feria. Tarde entoldada y bochornosa con dos tercios largos de entrada. Un toro con el hierro de El Cortijillo falto de fuerza aunque manejable y cinco con el hierro de Alcurrucén. Muy bien aunque desigualmente presentados y de muy buen juego con variados matices en el último tercio tras mansear y no parar de huir en los primeros. Los mejores fueron el tercero y el cuarto.
El Cid (marino y oro): Estocada trasera y descabello, silencio. Pinchazo y estocada trasera, ovación con saludos.
Joselito Adame (verde inglés y oro): Dos pinchazos, otro hondo y tres descabellos, aviso y silencio. Estocada atravesada que hizo guardia, dos pinchazos y estocada caída, pitos.
Juan del Álamo (blanco y plata): Gran estocada, oreja con fortísima petición de otra, dos vueltas al ruedo y sucesivas broncas a la presidencia. Estocada caída, oreja. Salió a hombros en loor de multitudes.
En banderillas destacaron Curro Robles, Miguel Martín y Fernando Sánchez.
El tercer toro salió frenándose, escarbando y regateando además de asustadizo aunque apuntó buenas intenciones en tardío saludo por verónicas de Juan del Álamo. Picado por su cuenta al huir antes del primer puyazo y suelto del simulado segundo en los terrenos habituales, tan malos principios se trocaron en muy nobles e incansables embestidas en la gran faena de muleta que cuajó Juan del Álamo. La mejor con mucho de cuantas le hemos visto a este joven salmantino que, en sus primeros pasos tanto novilleriles como tras tomar la alternativa, dio pruebas fehacientes de que estábamos ante una posible figura del campo charro aunque sin acabar de romper. Por fin lo consiguió ayer y ya era hora de conseguirlo por todo lo alto. Una faena por lo clásico de irreprochable factura. Completa y redonda que arrancó con muletazos por bajo con la mano derecha, siguió por perfectos naturales que ligó a los de pecho sin solución de continuidad, repitiendo las suertes fundamentales con temple de elegido y exquisitas formas que encadenó en los medios. Lugar en donde también mató al estupendo toro de gran estocada, tardando en doblar el animal en una escena digna de ser esculpida por el mismísimo Mariano Benlliure con todos los espectadores extasiados, puestos en pie y más que dispuestos a demandar las dos orejas con muchísima fuerza y seguros de que el presidente las concedería de inmediato. Inexplicable y cerrilmente, el usía se negó a conceder la segunda y las broncas fueron de campeonato antes y después de que el toro fuera arrastrado, también entre aplausos.
Con el sexto toro y con todo a favor salvo el juego del animal que no terminó de comportarse tan bien como el tercero aunque, desde luego, con suficiente manejabilidad para que Juan de Álamo resolviera otra faena no tan definitivamente buena aunque sin duda muy emocionante hasta el largo momento que duraron los intentos de cuadrar debidamente al burel para entrarlo a matar. Lo consiguió el salmantino en el primer envite de un espadazo algo caído, rodando el toro de seguido y reproduciéndose la clamorosa petición de oreja, más para conseguir que el torero pudiera salir a hombros que por estricto merecimiento y esta vez con acobardada anuencia del presidente, sin duda temeroso de que, si se hubiera negado a conceder el trofeo como había hecho antes, el enfado del público hubiera terminado en motín. En cualquier caso, este presidente debería ser inhabilitado por completo. No fue ayer la primera vez que se mostró injusto e irrazonable. Hay que cortar por lo sano con los presidentes que solamente buscan un protagonismo que en absoluto les corresponde.
Del resto de la corrida, con similares características de las reses que pasaron de comportarse mansamente en los primeros tercios a evidenciar evidente nobleza en el tercero, El Cid se mostró más que prudente con el toro que abrió plaza – dio pena verle incapaz de clavar los talones en la arena – y mucho más confiado con el estupendo cuarto en una faena que rememoró las muchas que dieron fama y prestigio de figura al de Salteras. Una faena que bien podríamos calificar como la del “canto del cisne” de Manuel Jesús, solo que desgraciadamente mal culminada con la espada.
El mexicano Joselito Adame no anduvo tan valiente ni tan decidido con sus dos toros que fueron muy huidizos en el primer tercio y proclives al lucimiento aunque sin redondear con la muleta, hasta el punto de imponerse al ayer más que prudente diestro azteca, incapaz de dar el imprescindible paso adelante para poder ligar los muletazos, razón por la que los espectadores más exigentes no cesaron de recriminarle su colocación al citar casi siempre desde las afueras. Ello sin contar la improcedencia de iniciar las faenas con muletazos por alto en vez de pos bajo, dando lugar a que el toro continué saliendo tan suelto como venía haciéndolo en el primer tercio. Nos chocaron mucho las precauciones del mayor de los Adame. Sobre todo después de lo que hizo en su primera tarde isidril en la que hasta llegó a entrar a matar sin muleta. Rasgo sin duda heroico aunque más propio del arrojo que del verdadero valor.