Manzanares triunfa con los dulces de Juan Pedro en Valencia
Andrés Amorós
ABC 16/03/2014
Finito y Morante cortan una oreja en la séptima de Fallas
Manzanares sale a hombros, con dos orejas; una cortan Finito y Morante, a los dulcísimos toros de Juan Pedro; el público sale feliz de la plaza de toros de Valencia. ¿Se puede pedir algo más? Se debe: toros con pujanza, que no se derrumben. Hoy por hoy, quizá sea pedir demasiado.
El comienzo de la corrida es desastroso: devuelto el primer inválido, el presidente mantiene el sobrero, casi igual de flojo: antes de varas, se derrumba y hay que tirarle mucho del rabo para levantarlo. Claudica en todos los tercios. Finito dibuja naturales con cuentagotas, entre caídas y pausas. La gente acaba hartándose. El cuarto cae antes de varas, en banderillas y en la muleta. El público parece ya empalagado, tarda en entrar en la faena, pero Finito, con un enemigo tan bonancible, saca a relucir su innegable clase, se duerme en los naturales. Tan a gusto está que suena el aviso antes de entrar a matar. El toro se raja a tablas. Estocada: oreja.
Manzanares brindó el sexto a Finito y MoranteLlega Morante a Valencia en la segunda estación de su «Tour». El segundo toro sale de chiqueros como si lo hubieran picado, no necesita dominio alguno: según viene, ya le dibuja verónicas; algunas, muy bellas, con su personal estética. Lo lleva al caballo por delantales y se queda a la derecha del picador, muy cerca, para pedir el cambio enseguida. Se suceden los derechazos, aprovechando la dócil embestida. Lo que parecía apoteosis se queda a medias pero una eficaz estocada y el recuerdo del capote le hacen cortar una oreja. El quinto sale andando, manseando, huye y flaquea. Morante se dobla con él y corre la mano con facilidad: el toro no plantea más problemas que la sosería. La faena no remonta. Suena un aviso (la porfía ha sido larga): mata con habilidad.
Triunfa de nuevo Manzanares en Valencia, donde ha realizado alguna de sus grandes faenas. El tercero, justo de fuerzas, sale manseando. Saluda Curro Javier con los palos. Embiste el toro con la dulzura de un carretón y el diestro lo conduce con su conocida elegancia, paladea la dulzura de su colaborador. Un cambio de manoa cámara lenta pone a la gente en pie. Estocada efectiva: dos orejas. La historia lleva camino de repetirse en el último, que sale ya totalmente entregado. José María hace la estatua en verónicas y chicuelinas, gallea. El toro se derrumba antes de varas, queda prácticamente sin picar. Brinda a sus compañeros: los tres han compartido, felices, una dulce merendola.
Se prevé un nuevo corte de orejas pero el toro se cae y se rompe la mano: ¡mala suerte! El público debe contentarse con haber visto conceder cuatro trofeos. Sale a hombros Manzanares; recordamos también las verónicas de Morante (en esos lances, ahora, no tiene rival) y la torería de los naturales de Finito.