Oreja para Manuel Escribano en un deslucido fin de fiesta de los Miura
Paco Aguado EFE
14 julio 2015
PAMPLONA. El torero sevillano Manuel Escribano cortó la última oreja de las dieciocho concedidas durante toda la Feria de San Fermín, que concluyó hoy con la lidia de una deslucida corrida de la ganadería de Miura.
Seis toros de Miura, en tipo de la ganadería, con mucho volumen y alzada, aunque muy dispares de cuajo y remate. Salvo el manejable segundo, que tuvo alegría y movilidad, al resto de la corrida le faltó fondo de raza y de fuerzas, por lo que su juego resultó muy deslucido.
Manuel Escribano: estocada desprendida (oreja); pinchazo y estocada chalequera (ovación).
Luis Bolívar: pinchazo bajo, estocada delantera desprendida y dos descabellos (silencio); estocada y descabello (silencio).
Salvador Cortés: dos pinchazos, media estocada y dieciséis descabellos (silencio tras aviso); estocada chalequera, dos pinchazos y dos descabellos (silencio).
Décimo y último festejo de los sanfermines, con lleno en los tendidos.
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TAMPOCO LA DE MIURA
El prólogo taurino al "Pobre de mí" que cierra las fiestas de Pamplona no sobrepasó la deslucida media del resto de la feria, porque los toros de Miura tampoco ayudaron a subir mínimamente el escaso nivel de bravura de las ocho corridas lidiadas en la monumental.
Y aunque se cortara una oreja, de tan poco peso como la mayoría de las concedidas a lo largo del abono, el festejo resultó un espectáculo tan anodino como la mayoría de esta larga semana taurina en blanco y rojo.
Esa oreja se la dieron al sevillano Manuel Escribano del primer miura de la tarde, extrañamente dócil y manejable para lo que es costumbre en la ganadería.
Hasta que le duró el fuelle, Escribano lo aprovechó y disfrutó con el capote, desde la larga a porta gayola con que lo recibió, los lances a la verónica y el galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo. Y aún más en un vistoso tercio de banderillas, rematado con un apuradísimo par al quiebro en terrenos de tablas.
Fue ese conjunto de la primera parte del trasteo lo que más pesó para la concesión del trofeo, ya que en el último tercio el de Miura se afligió desfondado y sin fuerzas impidiendo que pudiera haber muletazos estimables.
Intentó luego Escribano doblar el premio en busca de la salida a hombros con el cuarto, que no le permitió lucir más que en banderillas, tras lo cual pasó a defenderse con temperamento.
El toro más destacado y de mayores opciones de la corrida fue el segundo, un animal muy suelto de carnes que se movió con alegría incansable de principio a fin, con el único defecto de no emplearse a fondo en la embestida.
Luis Bolívar le hizo una larga faena en la que hubo más oficio y pulcritud que apreturas, siempre con muletazos acompasados pero de muy escaso ajuste con un toro que no dio motivos para tanta cautela.
También despegado trasteó el colombiano con el quinto, sólo que éste, muy basto de hechuras, no cesó en su continuo cabeceo a la defensiva.
Salvador Cortés, por su parte, apenas pudo lucir con un tercero encogido y afligido por su falta de fuerzas, con el que falló repetidamente con el descabello para enfado de las peñas.
El último toro de la feria le dio, en cambio, algunas más opciones de triunfo, en tanto que, aun sin clase, se movió mucho tras de su muleta.
Pero Cortés se dilató en un mar de dudas e inseguridades que dieron finalmente en la sima de esta feria, justo antes de que en la plaza se entonaran melancólicas notas de despedida con el Vals de Astráin.