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Club Taurino Italiano

Rotundo triunfo de Joselito Adame en su encerrona

Gastón Ramírez Cuevas

Domingo 19 de octubre del 2014

Plaza de toros Vicente Segura, Pachuca, Hidalgo

(foto Kristen Elguero)

 

Toros: Seis de distintas ganaderías en el siguiente orden, Marrón, Montecristo, Jaral de Peñas, Torreón de Cañas, Xajay, y Fernando de la Mora. Los de mejor presentación y juego fueron el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto. El que cerró plaza resultó un zambombo carente de pitones e infumable. Y el de Marrón pasaba, pero...

Toreros: Joselito Adame, único espada. Le cortó una oreja al primero (lo mató de entera), al segundo y al tercero también (les recetó sendos estoconazos); salió al tercio en el cuarto (pinchó dos veces y luego cobró un espadazo muy trasero y bajo), le tumbó dos apéndices al quinto (le recetó una entera espectacular pero un poco caída) y silencio en el último (se lo quitó de enfrente con un pinchazo y una entera defectuosilla). Salió a hombros.

 

Hacía muchos años que la plaza de Pachuca no presentaba una entrada tan gratificante: lleno en sol y casi lleno en sombra. Claro que el acontecimiento lo ameritaba, Joselito Adame, quien regresaba de triunfar en España y de una cornada, se encerraba con seis toros por primera vez en su carrera, por no hablar del hecho de que no ha sido contratado para torear en La México; así que aficionados de todas partes del país se dieron cita en la monumental Vicente Segura. El festejo fue un éxito rotundo. Si algún pero puede ponérsele al asunto sería la falta de trapío del primero y del último toros.

En ese primero, el de Marrón, Joselito dejó muy claro que no se iba a dejar nada en el esportón. Con el capote estuvo elegante a la verónica y quitó por tafalleras. Logró después muletazos templados por ambos pitones, sobresaliendo los naturales. Con el estoque el de Aguascalientes anda intratable y cobró la primera de las cuatro grandes estocadas de la tarde. El juez, con mucho tino concedió un solo apéndice, de acuerdo a la categoría de una plaza de primera.

Salió el segundo, un ejemplar de Montecristo, muy bien presentado, bravo y alegre. Joselito le hizo fiestas con el capote y nos regaló el segundo quite de la tarde. Esta vez fueron ajustadísimas chicuelinas modernas. Desgraciadamente, el toro dio una vuelta de campana durante el segundo tercio y eso mermó mucho su fuerza. No obstante, el bicho tenía ganas de embestir y Adame le pudo pegar varias tandas de soberbios naturales. El susto grande de la tarde aconteció cuando el coleta remataba una tanda de derechazos: el burel se lo echó al lomo y lo zarandeó de fea manera. Afortunadamente no caló a Joselito, quien volvió a irse tras la espada como un león y mató al de Germán Mercado de manera colosal. La segunda oreja de la lluviosa tarde no tardó en caer.

El tercero, un toro burraco de Jaral de Peñas, también se prestó al lucimiento. Genial fue el quite por zapopinas, rematadas con una serpentina de gente grande. Con la muleta, el torero mexicano que ha cortado ya dos orejas en La Maestranza, hecho sin precedentes en los últimos tiempos tratándose de un paisano, estuvo mandón, artista y variado. A ese toro le atizó la mejor estocada de la corrida, lo que ya es decir. Digamos que no se puede matar a un cornúpeta con mayor verdad, entrega y acierto. Nuevamente Joselito paseó una merecidísima oreja en la vuelta al ruedo.

Salió por chiqueros el cuarto, un toro de impecable presentación proveniente de la ganadería de Torreón de Cañas. Todo lo que se la haga a un morlaco de esa catadura tiene gran mérito. Adame volvió a echar mano de su repertorio capotero y quitó por tapatías. Luego, accediendo a la petición del respetable tomó los palos. El grito a coro de ¡Torero, torero! se hizo escuchar por primera vez. Dos pares de poder a poder, el segundo y el tercero pusieron a la gente de pie.

El de Torreón tenía mucho que torearle y Adame estuvo solvente, clásico, valiente y templado. Volvió a dar una clase de toreo con la zocata, vertical y cargando la suerte. No faltaron los lasernistas de inicio, los naturales ayudados y hasta un torero desplante tirando lejos de sí el engaño.

A la hora de perfilarse, un chufla lanzó un ridículo y sonoro ¡Ay! La idiotez del impresentable nos privó de otro estoconazo, pues toro y torero perdieron la concentración. La bronca contra el bufón fue digna de la Vicente Segura, es decir, monumental, y no cesó hasta que la fuerza pública sacó del coso al payaso/mamarracho y a su compadre.

Es necesario señalar que el incidente fue aun más chocante porque el respetable -nunca mejor dicho- que se da cita en la plaza de Pachuca ha adoptado una respetuosa actitud cuando el de luces se dispone a entrar a matar. Es más, el silencio absoluto y mágico es sólo comparable al que se produce en el coso del Baratillo.

Joselito pudo resarcirse del infortunado incidente en el quinto, un toro hecho y derecho de Xajay. Este animal fue sin duda el más complicado de la tarde, pues tenía peligro, edad y fuerza. Joselito quitó por cadenciosas chicuelinas antiguas, mismas que remató con garbosa media larga cordobesa.

Con la sarga, Joselito comenzó sentado en el estribo, al más puro estilo del gran Ignacio Sánchez Mejías. Ahí pegó un trincherazo de cartel. Las tandas vibrantes por ambos pitones no se hicieron esperar y el público respondió de manera espléndida, especialmente -ya lo señalamos- cuando José Guadalupe Adame Montoya toreaba con la zurda. Otro estoconazo para coronar el trasteo obligó al juez de plaza a concederle dos indiscutibles apéndices al enorme torero hidrocálido.

El sexto, un pobre animal regordío, muy sospechoso de pitones y sin un ápice de raza, algo que caracteriza a las reses de Fernando de la Mora, fue un triste fin de fiesta. Vamos, ni quite hubo, pues después del primer mandil el toro claudicó para siempre. Lo que no se nos olvidará es que Joselito, sin necesidad alguna, recibió al galafate a porta gayola y luego le pegó otras dos largas cambiadas de rodillas junto a tablas.

En resumen, puedo decir sin lugar a dudas que Joselito Adame es la figura internacional que México venía esperando desde antes de la época de Manolo Martínez. El propio torero, cuando hace ya algunos años me hizo el favor de concederme una entrevista, declaró que quería y soñaba ser alguien de la talla de Gaona, del Maestro Armilla o de Garza, un ídolo aquí y allende el Atlántico. La cosa sigue siendo difícil, pero Joselito está cada vez más cerca de lograr hacer historia.

 

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