CTI

Club Taurino Italiano

Bellos torrestrellas, bravo Abellán

Barquerito (COLPISA)

Pamplona, 7 julio

La Feria del Toros se abre con uno de sus hierros de referencia. Un excelente quinto y un notable sexto.
Abellán prueba su madurez. Méritos de un Daniel Luque muy capaz.

Lleno. Soleado, templado, bueno.

Seis toros de Torrestrella (Herederos de Álvaro Domecq y Díez). Corrida de buenas hechuras y general nobleza. De gran estilo el quinto; de paulatina entrega el sexto, toro de menos a más. El cuarto tuvo un punto áspero. Justos de motor los dos primeros. Fue buen toro el tercero.

Antonio Ferrera, silencio y silencio tras un aviso. Miguel Abellán, saludos y una oreja. Daniel Luque, que sustituyó a David Mora, palmas y ovación.

DOS TOROS muy descarados: el primero, veleto pero reunido, y el sexto, abierto y cornipaso. Muy astifinos los dos. El uno, cárdeno berrendo, badanudo, aire de toro viejo; el otro, negro bragado, cabezón, de inmensa culata, casi 600 kilos. Más astifino que ninguno, más que esos dos y más que cualquiera de los otros tres, fue el quinto de corrida, que solo dio en báscula 515 kilos pero tenía todo el trapío que cabe tener. Podría llamarse góticos -¡por qué no!- a los toros de cuerna ojival, que se van cerrando y apuntando como las ojivas del Císter. Dos puñales. De cepa a pitón el filo. Dos guadañas. Ni un gramo de grasa. El toro olímpico.

No se esperaba menos de la corrida de Torrestrella, que es en Pamplona una melodía clásica. Los otros tres toros, hermosos, no fueron ni tan astifinos ni tan descarados. El cuarto, salinero, más corto que sus hermanos, no llegó a correr el encierro sino que entró de reserva. Uno de los seis titulares fue aplastado en el encierrillo de la noche del lunes por uno de los mansos de guía. Quedó inválido y tuvo que ser apuntillado en los corrales de Santo Domingo. Esos corrales son el destino de los toros desembarcados días antes en los corrales del Gas, en la Rochapea, el suburbio de Pamplona regado por el apacible Arga. En ese viaje nocturno, que algunos tiene por la mayor pureza secreta de los sanfermines, perdió prácticamente la vida un toro criado para morir luchando y no en accidente.

La prueba evidente de que el encierro desentumece a los toros fue ese cuarto toro de reemplazo, que, rígido y contraído, se empleó a cabezazos y sin descolgar. No tuvo el cuajo de los demás. Muy bien pintada, la corrida tuvo general nobleza. El quinto sacó estilo de bravo, elasticidad agresiva pero noble, Y se encontró, además, con la muleta templada de Miguel Abellán como el zapato nuevo y acartonado la horma que lo doma. Daniel Luque toreó con facilidad y autoridad segura a sus dos toros, que no fueron ni fáciles ni difíciles, pero había que saber torear, ponerse, tragar y estar. Solo que la faena de Abellán al quinto tuvo el carácter y el punto de descaro que les faltó a las dos tan meritorias de Luque. Sería la experiencia de torero veterano de Abellán, cuyo gesto sigue siendo, sin embargo, el propio del torero Peter Pan, siempre joven, risueño, embaucador. Y su temple, porque, sin él, no habría habido modo. Y el ingenio de abrochar faena con recursos de arte antiguo: el abanico y el desplante a cuerpo gentil, frontal e inerme.

Antes de abrir Abellán la caja de fuegos artificiales, hubo ritmo y ajuste, muletazos ligados y embraguetados, convincentes. La gente quiere sentir si el toro va a prender al torero o no. Esa es la intriga de las faenas de emoción. La esencia de la bravura. Muy certero con la espada, Abellán acertó con una gran estocada. Se pidió por aclamación una oreja. No es fácil en Pamplona el primer día de fiesta. Un varetazo en el muslo al cobrar la primera estocada tuvo a Abellán renco y sacrificado. Con los elementos pudo también el torero de Usera en tarde lucida y lúcida.

Luque, talentoso, atrevido y compuesto, cometió el craso error de pasarse de faena con el inmenso sexto, que fue de partida algo mirón, midió y se revolvió, pero terminó seducido. La cuna anchísima, buidas las puntas. Hizo de tripas corazón Luque, muy seguro. Pero no llevaba reloj. La perversa costumbre –es decir, el vicio- de prorrogar faenas sin razón lógica. En Pamplona es fundamental la brevedad. La diligencia. Un gasto sin recompensa el de Daniel, que entró en sanfermines por la puerta de atrás, como sustituto del lesionado David Mora, y estuvo a punto de salir por la de delante. En Pamplona no hay propiamente puerta grande para salir, sino solo de entrada y para pasajeros o peatones. Como las puertas del infierno.

Cumplió tan bien como suele Ferrera, que hizo el gasto como lidiador de gran oficio y en banderillas, y se dio coba con un primer toro noble pero de muy poca fuerza, y también con el salinero de los taponazos. Abellán, que se hizo en plaza de rodillas y en tablas para librar al segundo en el recibo con dos largas cambiadas, anduvo alegre y ligero con ese toro. La masa coral de sol entonó en ese segundo toro todo su repertorio, más menguado de año en año.

--

Postada para los íntimos:
Nunca rutina: sanfermines. Siempre rito renovado. Odres viejos. Carpe diem. (Viejos amigos franceses en una taberna del Primer Ensanche donde nos conocimos hace 30 años. Champán de Tafalla en copa de cristal, un crianza de Iñaurrieta, mezclados, revueltos. Leyes viejas. Fueros en peligro)

Categoria: