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Club Taurino Italiano

Indulto de un santacoloma, triunfo sonado de Varea

Barquerito, Zaragoza, 7 octubre (COLPISA)

Tarde redonda del novillero castellonense, que ha dado en seis meses pasos de gigante. Bondad y bravura de un novillo Quejoso. Triunfo del ganadero José Marcuello.

Zaragoza. 3ª del Pilar. Veraniego. 3.500 almas.

Seis novillos de Los Maños (José Marcuello). De buenas y variadas hechuras dentro del tipo Santa Coloma. Fue de son y bondad sobresalientes el tercero, indultado por aclamación. Salvo un primero cobardón, dieron buen juego los cuatro restantes, que fueron, sin embargo, de distinta condición. Todos tuvieron fijeza y motor.

Miguel Cuartero, silencio y palmas tras un aviso. David de Miranda, vuelta al ruedo y silencio tras un aviso. Varea, un aviso previo al indulto del novillo Quejoso y dos orejas simbólicas, y una oreja.

Buena brega de Josele Ibáñez con el tercero, que banderilleó muy bien Alfonso Carrasco. Un buen puyazo de José Manuel Patillas al cuarto.

EL NOVILLO QUE partió plaza se emplazó de salida y tardaron en salir a buscarlo, cargó en la primera vara a caballo vuelto, hizo hilo en banderillas, se paró después, no se prestó a trasteo convencional y Miguel Cuartero lo lidió con muletazos de pitón a pitón bien logrados. Una estocada perpendicular y ladeada, un puntillero sin puntería y el novillo murió barbeando las tablas y afligido.

Enseguida cambió el signo de la cosa: el segundo salió con aire bélico y lo dejó fijado David de Miranda con secos lances. La cara alta, trastazos en dos puyazos medidos, una escarbadura y entonces la primera salida y aparición de Varea, que iba a ser la sorpresa de la tarde. Un quite de dos lances revolados –capote de generoso tamaño-, dos medias y una larga airosa. Miranda replicó con dos villaltinas y media. Vino luego una faena larga, silenciosa, en la media altura porque, siendo noble, el toro no descolgaba ni intención de hacerlo. Como casi todas las faenas largas, ésta fue desigual y de ir perdiendo sentido. Suaves muletazos pero sin fajarse este torerito nuevo, onubense de Trigueros. No fue cosa de perder pasos ni de ganarlos. En línea los muletazos abiertos y sueltos. Una tanda de naturales de frente antes de la igualada y una estocada baja.

Saltó el tercero. Más cuajado que los dos recién vistos. Elásticidad ya en la primera estirada muy ganosa. Tanto que hasta se fue de las manos en un único patinazo. Dos lances buenos de Varea. En dos varas empujó de bravo el toro. Al segundo puyazo vino galopando. Lidia notable de Josele Ibáñez, un quite de Cuartero despacioso a la verónica, solo que salió perseguido, y la réplica ahora de Varea: dos delantales, media y larga. Júbilo en las gradas: debajo de la recién reinstalada estatua de Goya se hicieron sentir a modo dos centenares del torero. Llegados de Almazora/Almassora y de Torreblanca. De Castellón, aficionados y fieles. Este Varea ha tenido partidarios desde que debutó sin picadores, y partidarios apasionados. Los sigue teniendo.

Dos pares de banderillas de riesgo y acierto de Alfonso Carrasco, otro torero de Almassora –fue novillero de calidad- desataron una euforia que ya no iba a tener freno. La guinda la puso el toro con su fijeza, su ritmo regular, su nobleza y hasta una docilidad rara de ver en el encaste Santa Coloma. La ganadería, aragonesa, de Luesia, está formada sobre la vieja base de santacolomas de Pablo Mayoral y refrescada no hace tanto con dos sementales de Javier Buendía. Han casado las dos sangres.

En el caso de este tercer novillo, bondad sobresaliente. Casamiento feliz: terminó en indulto pese a la resistencia del palco. Un clamor popular. Lo provoca la bondad más que la bravura. Siempre. Y llega de la mano de un toreo de larga sombra, muchos brazos y largo trazo, como el de Varea; ligado por la mano derecha sin empacho, firmemente; muy despacioso por la mano izquierda; gracioso en las suertes a pies juntos, que es tan privativa de los toreros de talla como de los cortitos, pero gracias distintas. Un circular cambiado trenzado con otro en la suerte natural.

Y entonces empezó a cundir el runrún del no-lo-mates. Varea se dejó querer porque un indulto se siente más que nada como un trofeo máximo. Cuando cuadró el toro, un guiño cómplice del torero a su gente. Pases de mero pasar el tiempo y el palco mandó un aviso precisamente por eso. La cosa tomó rumbo de revuelta popular y al fin cedió el presidente. El indulto. Varea llevó al toro a corrales con dos molinetes. Dos orejas. Símbolo del indulto. Los insaciables reclamaron a coro el rabo. Y ahora la euforía adquirió tintes volcánicos. Dos de la peña de Almassora se tiraron al ruedo para entregarle al torero un ramo de flores y hacerse, además, la foto con él. Detrás del torero venía dando la vuelta al ruedo el ganadero Marcuello. Se le salía la alegría por los poros. Indisimulable. Varea lo hizo bajar del tendido donde estaba.

Y luego siguió la fiesta. Para el ganadero también, porque el cuarto, alto de culata, peleó en el caballo, galopó en banderillas y, aunque escarbó dos veces, sacó en la muleta bondad para dar y tomar. Voluntad desangelada de Cuartero, que al salir de suertes parecía cansado. Un bajonazo. Un cromo el quinto: negro berrendo y aparejado, lucero, gargantillo, coletero, calcetero de patas pero no de manos, rabicano. Preciosas hechuras. Más codicioso que poderoso, noble. También quitó Varea con su capote inmenso. Y replicó Miranda por saltilleras muy ajustadas pero solo dos, revolera, larga y desplante. Una faena de pegar tironcitos, y eso no quería el toro, que empezó rebrincadito pero se asentó. Plano el trabajo. Interminable. Un aviso, media trasera.

Esperando a Varea todo el mundo. Un sexto ensilladito y cornicorto, deslumbrado de salida, pronto y algo revoltoso. No estaba en tipo pero tenía el fondo noble de la corrida casi entera. Buenas ideas de Varea. Firme, suelto, seguro para torear en vertical con pulso que el toro agradeció. Desiguales las reuniones, pero rotunda la entrega. ¿Modelo Perera? Tal vez. No solo. Desde su debut en Castellón a esta fecha, progresos sorprendentes. Impresión ahora de torero largo y enseñado, y seguramente poderosos. Cuando alumno de la escuela de Castellón, parecía más de arte, para entendernos. Una estocada. A hombros con el mayoral. Dos horas y media la cosa.

 

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