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Club Taurino Italiano

Morante torea para la memoria

Zabala de la Serna

Valencia, 14 marzo 2015

El genio de La Puebla desencadena el arte en faena para el recuerdo y corta una oreja; El Juli y Daniel Luque se llevan otro trofeo por cabeza por un serio trabajo y una obra populista, respectivamente

 

La diferencia de Morante de la Puebla en inspirada plenitud es que torea para la memoria. El pozo del olvido es la tumba del artista. Lo que permanece y se recuerda, la vida eterna. O por la épica o por la estética. O por el poder o por la seducción. O por la razón o por el corazón. O por las goleadas abrumadoras y los combates demoledores de nocaut o por la jugada de filigrana de Maradona en el 86 y la elegantes danzas del viejo Whitaker.

Con tres lances a cámara lenta en un quite prodigioso de embroque, empaque y lentitud, Morante ya se había congraciado con Valencia; las tres verónicas más grandiosas, profundas y auténticas de las tres tardes morantistas que ya suma 2015. Fundido en bronce con el toro en los medios, la media verónica acaderada liberó todos los duendes embarrancados todavía en las gargantas enronquecidas. La plaza eclosionó en un delirio volcánico; ayer sí se hacían jirones las camisas y estallaban las copas contra el suelo.

José Antonio Morante desperezó un recital de toreo añejo. Una revolución de quejíos al compás de un toro redondo de líneas, sin aristas por dentro y por fuera, un dije bautizado como Cóndor, como a dos hermanos suyos que se lidiaron, no sé cuándo: Victoriano del Río sabe la veta.

Morante brindó con una sonrisa desde el tercio. La montera cayó bocarriba para poner la Valencia bocabajo. La mala suerte ya había pasado afortunadamente con aquel infumable manso, cruzado y escarbador de los albores de la tarde.

Los ayudados por alto llamaron a las puertas de Rafael el Gallo, como obertura y esculturas del toreo a dos manos, que se asomó al balcón del cielo. Y la derecha acinturada, mecida, embraguetada. Y la izquierda que fue una eternidad, indescriptible un natural que aún resuena en la noche de los tiempos, entre todos los naturales, con la perfecta imperfección de los relojes de arena. Un afarolado, un molinete zurdo ayudado y otro abelmontado por los costillares del toro. Y el pase de las flores que inmortalizó Ruano en La Serna. Los obligados de pecho morían en la hombrera contraria y barrían el lomo hasta la penca del rabo. Para cerrar en redondo, otra vez, el imborrable recuerdo. Un pinchazo se interpuso en el camino. Por mí como si no hubiera existido. Una oreja para distinguirse de cualquiera otra de las muchas faenas que en Valencia se han visto de dos y ya se han olvidado. La felicidad de Morante agitó una pancarta que había contra Canorea...

Otra oreja, ya del mundo terrenal, había cortado Daniel Luque, que cuando estuvo verdaderamente bien fue con el capote a la verónica, antes de ver a Morante desencadenado. La calidad que el tercero traía en su tranco provocó a Luque. Caralinda se llamaba. Y así era. Y así embestía. Un tacazo con el poder contado. A Daniel de Gerena le sobraron un movido quite por cordobinas y luego un prólogo clavado y en bandera de ocho o diez muletazos por alto que desembocaron en otros por bajo... Ver un toro en manos de Luque supone un examen de grado superior. Como no los engancha ni allí ni aquí, se pierde uno en saber si falló el santo animal o el hombre ligero. Las luquecinas finales con el reverso de la muleta enloquecieron.

Volvió a terminar Luque por el mismo palo con un último que respondió con sus sacudidas carnes a las desigualdades de la corrida de VR. Noble pero soltando algo la cara e informal como el toreo de Daniel Luque, que no estructura una faena: aquello termina siendo siempre un plato combinado de mil chacinas. Enterró la mano en los bajos en horrible metisaca.

El Juli también se había dejado ya un trofeo con la espada en una faena muy damasista de péndulos y cercanías. Pero amarró la del correoso quinto, que encarnó al toro más toro de toda la corrida. No se entregaba nunca del todo en la muleta, guardaba siempre una bala en la recámara. Meritísimo trabajo de verdadero valor sereno. Más de lo que trascendió. Morante inspirado borra toda la memoria ajena a sí mismo. Tragó Juli una enormidad en la espera de la zurda, como si embistise el bruto por encima del palillo. Sus brutas hechuras ya lo cantaban. Media estocada en lo alto liberó la furia contenida en el arreón del estertor.

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