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Club Taurino Italiano

Un toro sobresaliente de Baltasar Ibán

 

Barquerito (COLPISA) Madrid, 29 mayo

La semana torista del abono se abre en tarde ventosa con una corrida de serias y dispares hechuras, de nota en el caballo y encastada conducta. Y un segundo toro muy completo. Bravo afán de Alberto Aguilar

Madrid. 24ª de San Isidro. 20.000 almas. Revuelto, ventoso, nublado, lluvia en el sexto toro. Dos horas y doce minutos de función. En la meseta de toriles, la infanta Elena, con su hija Victoria Federica, recibió brindis muy aplaudidos de Iván Vicente y Víctor Barrio.

Seis toros de “Baltasar Ibán” (Cristina Moratiel).

Iván Vicente, ovación y silencio tras un aviso. Alberto Aguilar, una oreja y saludos. Víctor Barrio, silencio en los dos.

Dos certeros puyazos de Óscar Bernal. Brega distinguida de Joselito Rus y Rafael González. Pares buenos del propio Joselito Rus, Tito Robledo, Roberto Jarocho y el excelente tercero Alberto Zayas.  

 

LA PRIMERA DE LAS SEIS citas toristas de San Isidro fue una seria corrida de Baltasar Ibán. Dos toros, cuarto y quinto, de cuajo muy respetable. La imagen misma de la seriedad. Más hondo el uno que el otro, pero mejor hecho el otro que el uno. De bello pero dispar remate los demás. Veleto y paso un tercero castaño corto y bajo de agujas. De espléndida estampa el sexto, colorado, que se empleó en el caballo, claudicó y, casi afligido, murió recostado contra las tablas. Pareció enfermo

El primero de corrida se llamaba Bastonito. Igual que el ya mítico toro del mismo hierro de Ibán que entró en 1994 a la antología de la bravura fiera. No solo por su temperamento extraordinariamente correoso. También por la categoría particular de una faena igual de legendaria de César Rincón. Aquel Bastonito de la leyenda apenas dio en báscula 500 kilos. El toro arratonado primitivo del encaste Contreras. Era de pinta entrepelada.

Este otro, colorado ojo de perdiz, muy bien puesto y hecho, astifino, morrillo tupido, pasó de los 570 kilos. Cuesta pensar que fueran de una misma reata. Ni siquiera de ramas de un tronco común. En la ganadería de Ibán era costumbre repetir nombres de toros y distinguirlos por ordinales romanos, si eran de la misma camada. Este último Bastonito cumplió bien en el caballo –tardeó pero galopó a la segunda vara y se empleó entonces en serio-, tardeó también en banderillas pero atacó, y metió la cara en la muleta. Solo que a los diez viajes empezó a rebrincarse, a los quince hizo amago de irse a tablas y de pronto no podía con su alma. Fue toro de llamativa nobleza. Al cabo una faena morosa pero de buen pulso, Iván Vicente lo tumbó de una soberbia estocada.

No hay corrida de Ibán sin toro de nota y fueron dos en esta ocasión. Un segundo muy completo en los tres tercios; y ese quinto tan serio pero tan hermoso que, pegado en corto en un primer puyazo sin escape y sangrado abusivamente en un implacable segundo puyazo muy trasero, se fue a mitad de faena a tablas como si sacara bandera blanca. De modo que se quedó sin apenas ver. Su manera de engallarse y plantarse  antes de banderillas fue distinción de bravura. También su manera de humillar y repetir en los primeros compases de una faena cortada de golpe: Alberto Aguilar, prendido por la mano derecha, empalado y montado en el cuerno durante un rato, y al fin lanzado como un fardo. Tremendo. Cuando Alberto volvió al tajo, el toro era otro. El que tomó el camino de tablas para pararse y consentir hasta un desplante de mucha majeza.

 

 

Para el segundo, negro listón, se pidió con fuerza la vuelta al ruedo. Las razones del toro: su formidable pero templado galope de salida, su pelea inconfundible de bravo en dos puyazos –muy severo, larguísimo el primero, de pelear de verdad el segundo-, la prontitud y el son de sus ataques en la muleta, con nota sobresaliente para su empleo por la mano izquierda. En corto, en distancia, al toque y al retoque: en todos modos y toda parte quiso el toro, ligeramente rebrincado en los momentos más revolucionados de una faena de Alberto Aguilar de mucha resolución, parecída entrega, un punto de electricidad, mucho aguante y agallas para resistir a pesar de un viento taimado. Soltando el engaño, una estocada sin puntilla.

El toro difícil de la corrida de Ibán, tan variada, fue el cuarto, Tesugo, hermano de lote de Bastonito. El viento molestó mucho durante la lidia entera. Capotazos de brega excelentes de Joselito Rus: hubo que llegar o esperar, según, por tratarse de toro tardo, picado al relance y protestón en el caballo, amigo de escarbar y oliscar, pero distinguido con el sello de la casta, que le dio, al probar, tardear o meter la cara entre las manos, aire incierto. Carácter complicado que se tradujo en genio a la hora del descabellar: Sin descubrir, se defendió a trallazos en cuanto sentía cerca la punta de un capote. Muy sereno Iván Vicente. Faena con dos notables tandas primeras en redondo pero castigada por el viento.

El tercer ibán apretó y enpujó en dos varas, más codicioso que poderoso, salió con la cara alta de no pocas reuniones, derrotó. Toro más de público que otra cosa. Afanoso, encajado, sueltos los brazos, Víctor Barrio, que estuvo en todos los quites y se estiró de salida con aire serio en sus dos bazas. No se arredró ante la cara tan ofensiva del toro. Al sexto, tan venido abajo, solo pudo matarlo en tablas con una estocada de recurso.

 

 

Postada para los intimos:

Me ha hecho gracia el texto de una pancarta desplegada en una andana de sol: *SOY BARRISTA. Lo de Barrista por Víctor Barrio, el espigado torero de Sepúlveda que tan bien anduvo en su debut de novillero en Madrid. Jugador de golf, muy querido por sus paisanos. Gritos asilado de ánimo de la minoría barrista: "¡Vamos, Víctor, venga Víctor...!" Mucho viento. Lluvia en el último toro. Un par de centenares de aficionados de Segovia, Vinieron sin paraguas. Hay que mirar al cielo antes de cruzar la sierra de Guadarrama, segovianos! Segovianos y segovianas...

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