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Club Taurino Italiano

En la muerte de Iván Fandiño, el héroe que buscaba la verdad

 

En la tragica muerte del torero Iván Fandiño en Aire Sur l´Adour el 17 de junio 2017, desde el Club Taurino Italiano queremos trasladar nuestro más sentido pésame a sus familiares y a su entorno que tanto le quería.

Descanse en Paz, Maestro.

 

 

http://www.abc.es/cultura/toros/abci-ivan-fandino-torero-verdad-como-ban...

ABC, 18 junio 2017

Rosario Pérez

 

Lo que su verdad escondía no era ningún secreto. En su nombre ganó batallas y derramó sangre, la sangre que ayer se hizo inmortal y rosa. Iván Fandiño desafiaba a su propio destino cada tarde. «Tengo una cita con la Historia y, si he de morir, moriré libre». Las palabras de Iván Fandiño ante la que fue la apuesta más importante de su carrera y la gesta jamás realizada por ningún torero resuenan ahora como triste profecía. Aquel Domingo de Ramos de 2015 el torero vasco se encerraba en solitario frente a seis toros de divisas de leyenda. Logró lo que ni siquiera muchas figuras han conseguido: colgar el «No hay billetes» fuera de feria.

Fandiño tenía un gran cartel en Madrid, «el coliseo donde he tenido algunas de mis mejores victorias y seguramente mi mayor derrota». En Las Ventas logró una de las mejores faenas de su vida y una de las más emocionantes de este siglo a un toro de Parladé, bautizado como «Grosella». Con esa ganadería conquistó la Puerta Grande en San Isidro de 2014, en una tarde en la que entró a matar sin muleta, al desnudo, a cuerpo limpio. Siempre con la verdad, esa verdad que llevaba el hierro de la pasión y el dolor, el que hoy vive el mundo del toro y toda su familia

Casado y con una hija, Iván Fandiño Barros nació el 29 de septiembre de 1980 en la localidad vizcaína de Orduña y despuntó como pelotari en su juventud, pero el toreo era su sueño. Abandonó su tierra vasca para forjarse en Guadalajara y en las capeas conoció a Néstor García, mucho más que un apoderado, su hermano, su amigo, una historia de lealtad única. Juntos emprendieron la lucha, siempre desde la independencia, juntos hasta el final, que siempre llega a deshora...

 

Su debut en la capital de la Fiesta, en 2004, ya dio muestras de su dimensión: cortó una oreja a «Risueño». Un año después, tomó la alternativa en Bilbao, de manos de El Juli y en presencia de Salvador Vega, con el toro «Afrodisiaco», del Ventorrillo. En 2009 comenzó a despuntar, aunque fue 2011 su temporada de consagración, con cuatro orejas en la Monumental venteña. Su ascensión continuó en 2012, con triunfos en Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao. Su nombre tomó fuerza en Francia, hasta ser uno de los toreros predilectos de allí, con éxitos en Bayona, Dax o Mont-de-Marsan, la tierra donde ayer moría un matador que para muchos fue «el torero del pueblo», como él mismo decía en una entrevista. «Y el pueblo quiere héroes y gestas». Fandiño, el héroe caído frente al toro, vino a recordarnos que en el ruedo se muere de verdad.

Ganador de dos Orejas de Oro, continuó su carrera al alza en 2013 y la redondeó en 2014. En 2015 llegaría aquella encerrona en la Monumental que colgó el «No hay billetes» en taquilla, pero que no resultó en lo artístico. Aquello le pesó toda esa temporada y la siguiente, aunque en agosto de 2016 cuajó una de sus faenas más sentidas a un Jandilla en Vista Alegre. Este año había hecho tres paseíllos en Las Ventas, uno en Plasencia y otro en Inca, donde salió a hombros por última vez. La oreja final de su trayectoria sería la que cortó ayer en el coso francés de Aire-sur-l’Adour...

El contundente verbo de Fandiño, que se sentía artista y guerrero, retumba ahora como un martillazo: «El auténtico guerrero sabe que solo tiene una opción, ganar o morir en el intento. Lo contemplo como algo natural. Tengo una cita con la Historia, y para mí va más allá de lo cotidiano. Si he de morir, moriré libre y con las botas puestas».

Su muleta reflejaba el verso machadiano del hombre que vive en paz con el mundo y en guerra con sus propias entrañas, en ese círculo en el que al final su gloria será también la de los otros. Contaba él mismo que solo sabía vivir la vida al límite, «sin someterme a ninguna norma». Y confesaba que en el duermevela de las madrugadas a veces se preguntaba «por qué no soy más conservador, por qué vivo un reto constante, porque esa necesidad de desafiar a todo y a todos, y seguramente todo eso solo tiene una respuesta: si no fuera así, no sería Iván Fandiño». Murió como vivió, en libertad, derramando una sangre que siempre buscó la verdad.

 

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